Fantasía pop en Cap Roig

PET SHOP BOYS exhibieron sus aptitudes para el espectáculo musical con un montaje imaginativo que recorrió sus tres décadas de trayectoria hasta su último disco, 'Electric'

Neil Tennant luciendo una excéntrica chaqueta-erizo, durante la actuación anoche en el Festival de Cap Roig.

Neil Tennant luciendo una excéntrica chaqueta-erizo, durante la actuación anoche en el Festival de Cap Roig.

JORDI BIANCIOTTO
CALELLA DE PALAFRUGELL

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Pet Shop Boys son responsables de algunas de las canciones pop más emocionantes de los últimos 30 años, y su manera de expresar melancolía a través de efectivos electrónicos creó escuela. Pero el dúo británico es, a la vez, una fulminante máquina de éxitos para bailar. Seguramente, su faceta más conocida, que explotó anoche en el Festival de Cap Roig, en un concierto que, como todos los suyos, fue más un espectáculo audiovisual que un recital ordinario, con un rol destacado para las proyecciones y ocurrencias escenográficas.

Noche cargada de una humedad que impregnaba los asientos. Patio de butacas cercano al lleno y un show en el que Pet Shop Boys dieron cobertura pop-art a sus canciones. Aunque tienen historia, y edad (Neil Tennant cumplió 60 años el 10 de julio), para hacerse los venerables y refugiarse en la nostalgia, siguen regenerando su repertorio y ni siquiera cuando abordan una gira estival, formato liviano, amable, por excelencia, abusan de los greatest hits, que en su caso son un par de docenas. Unidad creativa inquieta, que opera en varios frentes y registros a la vez, puede trabajar con la Orquesta de la BBC en el oratorio pop A man from the future, que estrenó días atrás y, a los cinco minutos, pasear su discoteca ambulante en espectáculos que son celebraciones de la vida, expansivas, irónicas, elegantes. Con toques de excentricidad, sobre todo en el vestuario (chaquetas-erizo, cascos-bola de espejos) y canciones que atrapan de entrada por el ritmo, como Axis, de su último disco, Electric (2013), que anoche abrió el repertorio.

ABAJO EL TELÓN / Las siluetas de Tennant y Chris Lowe, con sus icónicos gorros largos en punta, se insinuaban a través de una pantalla que ocupó todo el plano visual durante esa canción y la siguiente, un medley de One more chance A face like that. «Bona nit, Cap Roig. Som els Pet Shop Boys. Benvingut a Electrica», saludó una voz procesada antes de que cayera el telón y el dúo, ya a cara descubierta, atacara Opportunities. Como introducción a I wouldn't normally do this kind of thing,

los bailarines cobraron aspecto de animales mitológicos, tocados por cabezas de buey parecidas a las que luego se colocaron Tennant y Lowe. La primera edad de oro del grupo se manifestó con Suburbia y un I'm not scared (pieza que en los 80 popularizó Patsy Kensit con su hoy olvidadísimo grupo, Eighth Wonder) envuelto en una cascada de rayos láser.

El espectáculo se ciñó al molde de la gira Electric, que en su primera fase vimos el año pasado en el Sónar. Un concierto de formato manejable, pero ocurrente y eficaz, con un par de bailarines, y más orientado a la inmediatez que al interiorismo (ninguna canción de su disco más sensible, Behaviour, de 1990). Repertorio con gestos de majestuosidad, como su versión de Somewhere, de Bernstein (West side story) y músculo pop de reciente factura, como Love etc. que el dúo escenificó desde sendas camas colocadas en vertical.

Su primer éxito, West End girls, de 1984, no sonó esta vez al final, sino en un tramo central que recorrió piezas de tono envolvente, como Leaving y un injerto hip-hop en Thursday. La siempre álgida Rent sonó en una versión endurecida, sacrificando parte de su languidez original y encauzando un crescendo de hits que causó el previsible incendio en Cap Roig con It's a sin, Domino dancing, Always on min mind y la versión de Go west, de Village People. Los himnos de una era y de una imaginativa manera de entender el éxito pop.