Saxofonista

«Expreso con el instrumento lo que suena en mi cabeza»

El saxofonista estadounidense Lee Konitz, ayer, en un hotel de Barcelona.

El saxofonista estadounidense Lee Konitz, ayer, en un hotel de Barcelona.

ROGER ROCA
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Su sonido, seco y fuerte, y su inventiva melódica han marcado el lenguaje del jazz moderno desde los años 50. El saxofonista alto Lee Konitz (Chicago, EEUU, 1927), a dúo con el joven pianista Dan Tepfer, vuelve hoy y mañana (20.00 horas y 22.00 horas) al Jamboree, que visitó por primera vez en 1966.

-Es uno de los pocos músicos de su generación que trabaja con jóvenes virtualmente desconocidos.

-No he conseguido organizar un grupo fijo. No tengo suficiente trabajo como para permitirme contratar a gente que esté siempre disponible como hace Wayne Shorter, por ejemplo, que llena grandes salas.

-¿Cómo se lo explica?

-Quizás tiene que ver con mi personalidad. Pero durante los últimos 5 años he estado tocando a dúo, que es un formato más sencillo y económico, con el pianista Dan Tepfer. Funciona y a la gente le gusta. Es mi primera banda fija.

-¿Qué le gusta de tocar con él?

-La compenetración. Ahora ya tocamos sin decirle al otro qué canción es. Es divertido. Y a dúo es más fácil hacer algo consistente y que aguante una buena hora de música. Cuando tocas hay momentos flojos y fuertes, y cuanto más te conoces, más momentos buenos consigues. Como la otra noche en Londres.

-¿Qué ocurrió?

-Normalmente la gente en mis conciertos es muy respetuosa, asiente y aplaude. Pero la otra noche se pusieron a gritar de entusiasmo. Para mí fue una experiencia muy emocionante, porque conseguir esta dimensión de espectáculo sin comprometer la integridad de lo que haces me parece un gran logro.

-Durante toda su carrera ha cargado con el sambenito de ser un músico frío, demasiado conceptual.

-El público quiere que te comuniques con él, o si se me permite usar una palabra más dura, que lo entretengas. Y ahí, al intentar satisfacer al oyente, es donde un músico renuncia a algo de su calidad, de su motivación artística. Nosotros hacemos la música que queremos y esperamos que al público le guste, pero no tocamos para gustar. O sea que si para alguien esta música resulta demasiado dura lo entiendo perfectamente.

-Volvamos al concierto de Londres, pues. ¿Qué fue distinto?

-Sin planearlo, Dan y yo nos pusimos a cantar juntos inventando una melodía. No eran palabras, eran sonidos (canta). Y la gente conectó con nosotros. Pensé: 'vaya, o sea que a los 86 años me tendré que convertir en cantante'.

-La melodía siempre ha sido fundamental en su música. ¿Cantar y tocar son una misma cosa?

-Trato de expresar con el instrumento lo que suena en mi cabeza. Recordemos al saxofonista Lester Young, por ejemplo. Todo lo que tocaba se podía cantar. Por eso, aunque su música sea de un músico de otra era, nunca me parecerá pasada de moda.