EXPOSICIÓN EN EL PALAU NACIONAL

El románico después de Picasso

El MNAC explora la mirada del genio malagueño sobre el arte medieval

Un apartado de la muestra con tres obras de Picasso junto a 'La majestat Batlló'.

Un apartado de la muestra con tres obras de Picasso junto a 'La majestat Batlló'. / periodico

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"La muestra presenta\u00a0","text":"40 piezas del artista llegadas de su museo de Par\u00eds repartidas por las salas permanentes"}}Picasso, románico y una exposición. El trío, de entrada, puede parece muy claro: una muestra sobre la influencia que el arte medieval ejerció sobre el genio. Pues no. Es justo al revés. La cuestión es la influencia que Picasso ejerció sobre el románico. No es una paradoja, aunque lo parezca, y es, además, la tesis que plantea la exposición 'Picasso Románico', la muestra que despliega en las salas del MNAC 40 obras del malagueño prestadas por el museo de París que lleva su nombre mezcladas con la colección medieval del centro. Ahí está la calavera del mural de Sant Pere de Sorpe. Uno diría que ha salido de la mano de Picasso, un comentario fácil de oír delante de la pieza, pero en realidad la pintó un maestro anónimo del siglo XII.

Veamos. No es que el artista medieval que decoró esa iglesia tuviera poderes para conocer la obra del genio que llegaría ocho siglos después. Es más fácil. Es una cuestión de puntos de vista. A principios del siglo XX se consideraba el románico un arte ingenuo y naíf, producido por unos creadores que estaban en los inicios de las posibilidades del arte; las vanguardias, y Picasso a la cabeza, cambiaron esa visión. Proyectaron sobre el románico y otros primitivismos (el arte africano, ibérico y egipcio) una mirada que no era la del historiador o arqueólogo sino la del artista moderno. Y es esa mirada es lo que transformó el arte románico en contemporáneo, e hizo sus formas, motivos e historias identificables. Se trata, en definitiva, de "una inversión cronológica, de una visión de lo moderno sobre el pasado que transforma el pasado en moderno", resume Juan José Lahuerta, comisario de la exposición junto con Emilia Philippot.

TAN IGUALES, TAN DIFERENTES

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Para explicar esto la exposición se divide en tres ámbitos. En dos de ellos se incide en temáticas que corresponden al arte medieval pero que Picasso toma y retoma a lo largo de su vida, como las crucifixiones y las calaveras. Entre las primeras destacan una serie de dibujos de 1932, que el propio Picasso dijo haber creado bajo la influencia del 'Retablo de Isenheim' de Matthias Grünewald, con los huesos de Cristo concatenados. Al lado descansa el 'Descendimiento de Santa Maria de Taüll'. No se puede hablar de influencia directa o indirecta pero sí de estrecha relación entre las crucifixiones desarticuladas de Picasso y las crucifixiones articuladas del románico. Algo parecido pasa en el apartado de las calaveras, el mismo en el que el cráneo del maestro de Sorpe habla cara a cara con un 'vanitas' del genio pintado en 1946. Tan iguales, tan diferentes.

EL OJO DEL PANTOCRÁTOR

Con todo, la primera parte de la exposición es un recorrido por el conocimiento que Picasso tenía del románico. Era tanto que era capaz de detectar cosas imperceptibles, como lo hecho por Català-Roca. En 1962, una campaña para proyectar España en el extranjero tenía como imagen un cartel con una fotografía del catalán de la parte izquierda del rostro del 'Pantocrátor de Taüll'. Picasso lo vio. Y negó que fuera la 'maiestas domini' citada. Lo era, pero Català-Roca había invertido la imagen convirtiendo el ojo derecho en el izquierdo. De ahí la confusión del malagueño. La muestra transita también por la estancia en Gósol de Picasso en 1906, momento coetáneo con las primeras campañas de rescate del románico del Pirineo; y con su visita al Museu d’Art de Catalunya en 1934, justo antes de abandonar España para no volver más, junto con Vidal Ventosa y Folch i Torres, entonces director del centro a punto de inaugurar. La idea era ver la sala donde se expondrían los 22 'picassos' comprados al coleccionista Lluís Plandiura, pero lo que más trascendió a la prensa fue su interés por el románico: "[Picasso] convenía sin vacilar que nuestro museo románico será una cosa única en el mundo, documento imprescindible para quienes quieran conocer los orígenes del arte occidental, lección inapreciable para los modernos", escribió Carles Capdevila en la crónica para 'La Publicidad' sobre la visita del genio.