El expolio del románico

Martí Gironell, junto a una de las pinturas murales que conserva el MNAC, durante la presentación de 'Strappo'.

Martí Gironell, junto a una de las pinturas murales que conserva el MNAC, durante la presentación de 'Strappo'.

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Enmarcado en una mandorla de colores, un Cristo en Majestad, rodeado de los cuatro evangelistas, bendice al mundo con un libro sobre su rodilla izquierda en el que puede leerse: Ego sum via, veritas et vita. Nemo ad Patrem nisi per me (Soy el camino, la vedad y la vida. Nadie puede llegar al Padre si no es por mí). Así es la parte principal de las pinturas que llenaban el ábside central de la iglesia de Santa Maria de Mur (Pallars Jussà), unos murales que por su temática, técnica y composición son uno de los mejores ejemplos de románico catalán. Pero el conjunto no puede verse en su emplazamiento original, en Mur, algo que no sorprende, pues el arte de esta época no suele encontrarse en el lugar para el cual fue creado; pero tampoco se exhibe en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), el centro que acoge la mayoría de pinturas murales de los siglos XI y XII extraídas de las iglesias rurales de los Pirineos. El Pantocrátor de Santa Maria de Mur, por increíble que parezca, se expone en Boston (EEUU), en su Museo de Bellas Artes. Y el porqué llegó allí y el cómo, además de las consecuencias que ello conllevó, es lo que novela Marti Gironell (Besalú, 1971) en su último libro, Strappo (Ediciones B), que hoy llega a las librerías con Sant Jordi como objetivo.

Es la sexta novela del autor de El pont dels jueus y la sexta en que relata hechos históricos: «Me interesa reivindicar los capítulos de nuestra historia que explican cómo somos y cómo hemos sido pero que son poco conocidos o directamente desconocidos», sostiene Gironell. En este caso, «el primer capítulo del expolio del románico catalán», apunta. Operación que alertó a la Junta de Museus del peligro que corría el patrimonio del país, y que supuso la puesta en marcha de una intervención para rescatar y trasladar, entre 1919 y 1923, el resto de murales románicos (Sant Climent de Taüll, Santa Maria de Taül, Santa Maria d'Àneu, Sant Pere del Burgal...) desde su emplazamiento original a Barcelona.

«Hay mucha gente que desconoce que las pinturas románicas que actualmente atesora el MNAC se salvaron gracias, o por culpa, de ese primer saqueo, el de Santa Maria de Mur», apunta el autor. Alrededor del cual Gironell teje «una historia de aventuras, intrigas, engaños, medias verdades y especulaciones», que «esconde grandes dosis de heroísmo y gente que con una tenacidad extraordinaria intentó sacar fuerzas y dinero de allá donde no lo había para poder preservar el arte y evitar su comercio», sostiene. A todos ellos los lideraba Joaquim Folch i Torres, cuyos escritos Gironell ha seguido fielmente a la hora de escribir Strappo.

92.000 DÓLARES / Así, la historia arranca en 1919 con el coleccionista Lluís Plandiura -el mismo que en 1932, arruinado, ofreció por siete millones de pesetas sus fondos a la Junta de Museus- negociando en Nueva York la venta de las pinturas de Mur a los representantes de cinco de los grandes museos de EEUU. Unas pinturas que habían sido arrancadas previamente por el artista Franco Steffanoni, por encargo de los anticuarios Ignacio Pollak y Gabriel Dereppe, y que finalmente Plandiura vendió por 92.000 dólares (las había comprado por 7.000 pesetas) al museo de Boston. «Pudo hacerlo porque ninguna ley protegía las piezas, las autoridades eclesiásticas no las valoraban y los párrocos de las iglesias necesitaban dinero», aclara Gironell.

A partir de aquí Strappo -el título hace referencia a la técnica que permite arrancar la pintura del muro que la soporta- dibuja la manera de proceder de los anticuarios, «con pocos escrúpulos»; indaga en las dos caras de Steffanoni: un hombre que durante la primera guerra mundial arriesgó su vida para salvar los frescos de Tommaso da Modena en Treviso y luego fue capaz de arrancar los murales del Pirineo para comerciar con ellos; relata la posición de la gente del territorio ante el expolio, y narra las cuitas de Folch i Torres y toda la Junta de Museus para salvar el patrimonio.

Dilema hamletiano

Pero la novela va más allá y plantea la eterna duda de la restitución de las obras a su lugar de origen. «Uno de los objetivos es poner sobre la mesa el reto o dilema hamletiano del strappo: ¿Arrancar para negociar o arrancar para conservar y preservar? La novela no deja de ser una parábola moral que narra las consecuencias de comerciar con el patrimonio del país», explica Gironell, que añade su convencimiento de que «las obras de arte que se han creado para ser veneradas en un territorio no deberían salir de ahí». Aunque es consciente de que a veces es imposible: «Quizá de no haberse hecho la operación, ahora no tendríamos patrimonio». Al final, posicionarse es difícil: «Cada uno actuó a su manera, pero cuando los escuchas a todos ves que todos tenían una parte de razón porque todos tenían una verdad por defender. El lector verá de qué parte está y por qué parte se decanta», concluye el autor.