El festival de músicas avanzadas

El exotismo imprime carácter al Sónar

Dengue Dengue Dengue y Buraka Som Sistema agitaron el certamen

Un momento de la  extrovertida actuación del grupo islandés FM Belfast.

Un momento de la extrovertida actuación del grupo islandés FM Belfast.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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El Sónar no pone su acento en la multiculturalidad a la hora de confeccionar sus parrillas de conciertos, pero las incorporaciones, por decirlo de algún modo, exóticas, dan un nuevo aire al festival y suelen ser recompensadas con la afluencia de público. Lo comprobamos ayer, en la jornada diurna de la muestra, con las actuaciones del dúo peruano Dengue Dengue Dengue, que lleva la cumbia, en su versión amazónica, al territorio electrónico, y del grupo portugués, con raíces en la música angoleña, Buraka Som Sistema, que aportaron calor y fibra a la programación del recinto Fira Montjuïc.

Allá, en la cúpula del trueno, es decir, el escenario SonarDome, Felipe Salmón y Rafael Pereira, integrantes de Dengue Dengue Dengue, productores, discjockeys y diseñadores gráficos, se plantaron con sus máquinas y sus coloristas máscaras hechas a mano para desarrollar su contagioso tropical bass, un brebaje sonoro de ritmo invasivo, con abrasiva presencia de bajos y contacto con el dubstep, el drum'n'bass y una promiscua electrónica minimalista. El nombre del grupo rinde homenaje, a su vez, a un género que fue fruto de una mezcla: el dengue, tipificado en los 60 por Pérez Prado, que, a partir del mambo, el twist, la bossa nova y el chachachá, invitaba al baile y las coreografías libidinosas, lo cual le valió más de una prohibición gubernativa,

GÉNERO DE CHOQUE / En el Sónar no hubo bailarinas insinuantes, sino una puesta en escena más bien austera, pero el dúo sacudió al público con el voluptuoso material de su disco La alianza profana, asentado en la cumbia electrónica, un subgénero que surgió cuando trabajadores extranjeros se instalaron en diversas explotaciones petrolíferas en el Amazonas. De ahí a unas composiciones viscosas y extrovertidas, que indican un camino a explorar por los festivales europeos. Como la propuesta, ya conocida por los repetidores del Sónar, de Buraka Som Sistema, que, al cierre de esta edición, la armaban en el mismo escenario con su poderoso asalto al kuduro, el género angoleño susceptible de absorber gustosamente texturas electrónicas.

DESVARÍO ISLANDÉS / La frondosidad de esas propuestas venidas del sur contrastó con el cerebral menú de Matmos, el dúo de San Francisco conocido por sus colaboraciones con Björk en Vespertine Médulla. Volcados en la conversión en música de ruidos insospechados, por ejemplo, procedentes de artilugios médicos o de la propia actividad cerebral, en su última obra, The marriage of true minds, se superan en su ampliación del campo del sonido entrando en territorios paranormales. No descartemos la coartada humorística, a la que Matmos se acogió al inició de su actuación, cuando homenajeó el libro de poemas Eunoia, de Christian Bök,  cada uno de cuyos capítulos está escrito utilizando una única vocal. Su set, apoyado con proyecciones, fue cobrando altura, consistencia y ritmo, inspirado en la imagen de un metrónomo que apuntaba el camino.

En el Village, un poco de desvarío con el grupo islandés FM Belfast, que rompió el estereotipo del rigor musical aislacionista asociado a la isla con su aspecto de nueva versión electro-pop de Scissor Sisters, con guirnaldas de flores y vocación carnavalesca. Extroversión bienvenida por un público que, enfilando la ruta de Fira Gran Via, se libró anoche a otra dinámica propuesta nórdica, la del grupo noruego Röyksopp y la sueca Robyn, en una alianza pop abierta a la euforia y la melancolía. Contrastes abiertos; día y noche en el Sónar.