Forcano: el fotógrafo al que le gusta la gente

Canet impulsa los actos de homenaje a autor de las portadas de 'Destino', que cumple 90 años

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Es una suerte recibir los homenajes en vida, y no cuando es demasiado tarde. Es lo que le ha sucedido a Eugeni Forcano (Barcelona, 1926), el fotógrafo que definió la imagen de Barcelona durante 14 años desde las portadas de ‘Destino’: protagonista en el 2010 de una exposición con las fotografías que donó a Barcelona, Premio Nacional de Fotografia en el 2012, ahora el Ayuntamiento de Canet organiza una serie de actos de homenaje con motivo de los 90 años que cumplió el pasado jueves. “He tenido mucha suerte”, nos dice en su casa de Canet, recuperado de un pequeño bache y por primera vez sin su característico bigote.

En Igualada se exhibe actualmente la exposición comisariada por Daniel Giralt-Miracle que ya se vio en Madrid con motivo del premio nacional. El 8 de abril abrirá en Canet una de las exposiciones monográficas (esta, dedicada a sus campañas publicitarias para la empresa textil Tilsa) que se distribuirán durante el 2016 por el territorio (las fotografías de Pla en Arenys, las de la expedición fotográfica catalana a París en 1962 también en Canet, el reportaje sobre un día de mercado en Banyoles, quizá su reportaje sobre el Born en Barcelona) hasta la gran antológica en la fundación Vila-Casas el año próximo, con catálogo de Joan Celdran.

"LA VIDA ES FANTÁSTICA"

Sentados para hablar de su trabajo, Forcano lo resume así: “A mí me gusta la gente tal como es. La vida es fantástica y la gente me entusiasma. Me gustaba fotografiarla sin que me viesen, comportándose como son. Pose, ni hablar, todo era robado e intentando que se expresasen en ese momento”. Robado sin malicia, claro. Porque una de las cosas que identifican el estilo de Forcano es ese deseo de no hacer daño al objeto de su mirada, aparte del sentido del humor. 

Muchas fotografías de Forcano contienen guiños y juegos de palabras en sus títulos (un urbano porciolista enseñando un plano a dos turistas con pinta de Mildred: ‘Información y turismo’). De hecho, algo no muy habitual, todas sus fotos están tituladas. “Lo importante es lo que tu dices, lo que tu expresas, no la técnica, que es muy sencilla, lo importante es que la foto tenga una idea. Con el título yo quiero sugerir lo que he sentido cuando he hecho la foto: yo soy muy emotivo y cuando tiro la foto lo hago porque me emociono, y se me dispara también el corazón”.

¡ESE ESTUDIO!

Forcano vive en Canet, de donde procede su familia, en una casa que es una versión aligerada de la locura kitsch que fueron su estudio y su domicilio de Barcelona. “Era un lugar cargado, disparatado, surrealismo puro, y sobre todo insólito y anticonvencional, Con paredes blancas no habría podido trabajar”, reconoce. Lleno de objetos rescatados de los Encants que utilizaba para sus sesiones fotográficas. “Lo que era acojonante era cuando venían los clientes, cuando hacía las campañas de toda la corsetería del país. A las modelos les entusiasmaba. Y cuando vino Miró, que hablaba muy poco, solo decía: ‘Punyeta. Oh. Punyeta. Oh.’”

Forcano viene de una familia del textil. A partir de los 16 años empezó trapicheando algodón con el magnate Julio Muñoz Ramonet. “Pero mi padre era director de una empresa en Canet, invirtió el dinero  y nos fuimos a la miseria. El problema era que yo era muy católico, creía que esa suspensión de pagos era un pecado gordísimo y quedé avergonzado”. Para cambiar de aires montó un negocio de reparto con triciclos a motor. Transportes Catedral, en la calle Joaquim Pou de Barcelona. Allí se enamoró como fotógrafo de la luz de los barrios de Santa Caterina y la Ribera, llegó a tener una flota de cuatro triciclos, conoció un mundo muy distinto (“a veces iba a una casa de putas y tenía que esperar a que hicieran un servicio para cobrar; yo era de comunión diaria y empecé a decir ‘collons’ i ‘òstia’. Conocí un mundo que desconocía, era de una familia de clase media y fue un choque darme cuenta de lo que sufría la gente”) y acabó conocido como ‘senyor Catedral’.     

PROFESIONAL TARDÍO

Hasta los 34 años, muy tarde, fue pequeños empresario del transporte y un fotógrafo aficionado, socio de la Agrupació Fotogràfica, como Joan Colom, pero él sí pudo consolidarse como profesional después de ganar un concurso de fotografía convocado por la revista ‘Destino’. “Néstor Luján me llamó para ver si quería hacer las portadas: eso cambió el sentido de mi vida”. Forcano se transformó. Dejó de ser el 'senyor Catedral' y sustituyó  la corbata por un colgante con una cruz reluciente. Y con el tiempo a vestir unas camisas que solo pueden definirse como ‘llampants’. 

Forcano trabajó en la revista de 1960 a 1974, “cuando ‘Destino se acabó”. De hecho la revista siguió hasta 1980. Pero ‘Destino’ para Forcano dejó de serlo cuando “'van fotre fora a la colla'” a su protector, el editor Josep Vergés (“me tenía un afecto especial: era tacaño pero yo cobraba lo mismo que a Pla”), Josep Pla (“no era como lo pintaban, era un hombre al que la gente quería”), todos sus amigos, Nèstor Luján (“era fantástico, muy culto y podía hablar de todo, pero lo que le gustaba más era comer”), Josep Maria Espinàs (“es más bien tímido, y a mí no ve veía el pelo, yo iba solo; pero escribió un texto en el que explicaba como nadie cómo soy yo”), Lluís Permanyer, Joan Perucho (“era fabuloso, en el sentido de que explicaba unas historias...”), Joan Teixidor

De hecho, Forcano ha presumido de haber conseguido del muy agarrado Vergés 800.000 pesetas de los años 60, “un grandísimo favor”, una auténtica fortuna, para poder aceptar los encargos de fotografía publicitaria que empezaron a lloverle gracias al inesperado prestigio que le dieron las portadas de la revista.  Para pasmo de toda la redacción de ‘Destino’, Vergés se quedó la lista de material fotográfico de Forcano y al cabo de 15 días, allí estaba todo. Un regalo, no un préstamo. Claro que, explica ahora el fotógrafo, eso tenía un cierto truco. A Vergés le salió más barato (tenía un comercio del ramo) y a cambio Forcano nunca más cobró ninguna de sus fotografías (se ganaba la vida, y bien, con la moda y la publicidad) que ilustraban las portadas o los reportajes de Espinàs o Pla. A cambio, también, fotografiaba lo que le daba la gana. Un acuerdo provechoso para todos.

En esa faceta, uno de sus trabajos más sonados fue para la marca leonesa Tilsa. Una campaña de publicidad desmadradísima para el año 1967. Modelos faldicortas rodeadas de mineros que las dejaron tiznadas cuando se arrimaron y campesinos de León que las devoraban con la mirada, provocando la reacción de sus mujeres. “¡Apedrearon a las modelos!”, recuerda, riendo.

LA ZONA GRIS

A partir de 1974, Forcano pasó a una zona gris. Se centró en su trabajo comercial y, después, en experimentos excéntricos con fotomontajes surrealistas y fotografías de efectos de luz. Él cree que eso explica que, hasta su posterior recuperación, su valoración quedase en un segundo plano. Aunque no debe pesar menos que eso la doble relegación que sufrieron los nombres señeros de la revista durante la transición: colaboradores del franquismo para el nacionalismo y conservadores para la izquierda. “El problema es que yo era antisocial: tenía mucho trabajo, no tenía tiempo de ir a Bocaccio. Fui amigo de Miserachs, Català-Roca y Colom. Y basta. El resto no los frecuentaba”, dice, conciliador, el fotógrafo.