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Espectador de la vida

Portaceli estrena 'Krum', tragicomedia del israelí Hanoch Levin sobre un apático perdedor

Antihéroe 8 Pere Arquillué interpreta a Krum, un hombre que observa pasivo el mundo que le rodea.

Antihéroe 8 Pere Arquillué interpreta a Krum, un hombre que observa pasivo el mundo que le rodea.

IMMA FERNÁNDEZ
BARCELONA

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Krum (costra en hebreo) es un tipo que va por la vida de voyeur. De observador pasivo de la existencia que gira a su alrededor. «La vida está en el extranjero. Yo no la he encontrado», suelta este antihéroe de Hanoch Levin (1943-1999), el autor más destacado de la dramaturgia israelí, también poeta y director escénico, que cautivó a la directora Carme Portaceli. «Levin es el Lorca de Israel, fue un autor muy controvertido y de una maravillosa poética» . Y prolífico: escribió 75 obras hasta su precoz fallecimiento a los 55. Entre ellas, las producciones de cabaret en las que disparaba sátira política y antimilitarismo que le dieron renombre en su país a finales de los 60.

Portaceli ha tenido que esperar dos años para abordar una ambiciosa propuesta que llega hoy al Mercat de les Flors (solo hasta el sábado) y que será rescatada por el Lliure de Gràcia (del 13 de noviembre al 7 de diciembre).

Krum es una tragicomedia sobre el paso de la vida, resume Portaceli, que cuenta con el enorme talento de Pere Arquillué para recrear al apático protagonista -«un perdedor, como todos los personajes, que mira lo que pasa sin hacer nada»-, dice el actor. Le acompaña un amplio elenco de 10 actores, entre ellos Rosa Boladeras, Pepa López, Joan Negrié,y Lluïsa Castell y Gabriela Flores.

«Es uno de los textos más bonitos que he tenido entre manos. Es tremendo; te golpea, te hace reír, llorar. Tiene trazos de Chejov, de Fellini; y esperpénticos, como es la gran comedia de la vida», explica la directora, que en mayo rescató Las dos bandoleras, una de las obras más desconocidas de Lope de Vega, en una coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico que estrenó el Teatro Pavón de Madrid.

Humor e ironía

En Krum, Levin dibuja un retrato íntimo de la condición humana. «Un pequeño mundo que es el mismo que todos habitamos, descrito con un humor afilado y una ironía a veces sangrante», sostiene Portaceli. En la historia, Krum vuelve a su casa en un barrio humilde tras una larga ausencia. Trae la maleta de su existencia vacía. No ha triunfado, no se ha casado, no se ha hecho rico... Nada. «Es un ser que ve el mundo como una puesta en escena que llena de sus miedos y fantasías. Sueña con ser escritor, con una mujer guapa que se lo llevará un día a otra parte. Sueños que forman parte de la sociedad capitalista». Hay en el texto, informa Portaceli, pinceladas autobiográficas. «La viuda de Levin me explicó que solía poner cosas personales en sus obras, aunque no lo confesó nunca».

Los personajes que rodean a Krum, prosigue, tampoco son capaces de alzar el vuelo. «Sueñan y vuelan muy bajo, a ras del suelo. No saben cómo avanzar, están paralizados y, como Krum, se dejan arrastrar por la corriente de los acontecimientos». Pero al menos ellos se casan, tienen hijos, desean vivir y mueren. «Krum es una especie de espectador que se ha perdido a sí mismo. Tampoco queda muy claro si lo que sucede pasa en realidad o solo en su cabeza. Es el público el que lo decide», apostilla Portaceli.