UN IMPACTANTE Y ATERRADOR DOCUMENTAL QUE LLEGA A NUESTRAS PANTALLAS

Escuadrones de la muerte

Algunos de los perpetradores del genocidio indonesio de 1965, maquillándose antes de recrear sus crímenes para la cámara de 'The act of killing'.

Algunos de los perpetradores del genocidio indonesio de 1965, maquillándose antes de recrear sus crímenes para la cámara de 'The act of killing'.

NANDO SALVÀ
MADRID

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Al principio deThe act of killing, uno de los documentales más originales e impactantes que se recuerdan, un jovial anciano muestra a cámara cómo solía matar a sus víctimas apretándoles el cuello con un alambre atado a un poste. El tipo se llama Congo Anwar, y él solo asesinó a unas mil personas.«Era rápido y limpio»,explica, y justo después se pone a bailar el chachachá, recordando que a menudo, después de matar, se iba de fiesta.«Los musicales de Elvis Presley lo ponían de buen humor para cometer sus crímenes»,nos explica al teléfono el director Joshua Oppenheimer, que el viernes estrena en España esta obra magnífica tras haberse pasado el último año acumulando premios en festivales. Y añade: «Creo que si haces una película sobre un genocidio, debe ser una película aterradora. Y debes tratar de entender a los perpetradores: el porqué, y también el cómo».

A raíz del golpe de Estado que en 1965 aupó al general Suharto al poder en Indonesia, Anwar y sus compinches dejaron de ser ladrones de poca monta para convertirse en líderes de escuadrones de la muerte, y ayudaron al Ejército a matar a más de un millón de comunistas, chinos e intelectuales en menos de un año; las cifras son estimadas porque no hay registros y porque los autores se han mantenido en el poder desde entonces. No ocultan su pasado, se vanaglorian.«Me sentí como si caminara por Alemania 40 años después del Holocausto y de pronto descubriera que los nazis seguían en el poder», recuerda Oppenheimer.«Son celebridades locales, se pavonean de sus crímenes. Estaban encantados de llevarme a los lugares donde los cometían, y de recrearlos para la cámara».

EnThe act of killing,en efecto, Anwar y los suyos dramatizan sus crímenes a través de espeluznantes sainetes inspirados en las películas de Hollywood que solían imitar. El resultado es una experiencia cinematográfica desconcertante, que nos permite, de algún modo, entrar en el complicado cerebro de los autores. «Están tratando desesperadamente de huir de la realidad, celebran lo que hicieron para no tener que mirarse al espejo cada mañana y ver a un asesino. Lo que a primera vista parece síntoma de falta de remordimiento es de hecho lo contrario, un signo de su humanidad».

Para el cineasta, el rodaje fue durísimo. Durante meses tuvo pesadillas. «La más recurrente era una reunión familiar en la que, de repente, un ser querido era torturado o asesinado», rememora. Tras pasar tanto tiempo con Anwar, surgió algo parecido a la amistad, y sigue hablando con él por Skype una vez al mes.«Yo soy artista, no juez. Si esperamos aprender algo de estas tragedias, tenemos que desechar esa moral de cuento de hadas según la que hay hombres buenos y hombres malos. Todos somos seres humanos».

Verdad y reconciliación

En todo caso, ¿realmente cree Oppenheimer que la película cambiará las cosas? Él espera que sí. «Mi esperanza es que sea el primer paso de un largo camino, que se produzca una disculpa presidencial y se creen comisiones para esclarecer la verdad, y que luego haya un proceso de reconciliación. Es necesario que se reescriba la historia del país completamente». Asimismo, señala, debe quedar claro queThe act of killingno habla solo de Indonesia.«Yo hoy llevo puesta una camiseta fabricada en Bangladés. ¿Está muerta la persona que la fabricó? Tal vez sí. Todo lo que compramos se produce en lugares donde existe la misma realidad que vemos en pantalla. Dependemos de Anwar y sus amigos para que nos ayuden a abusar del tercer mundo. Ese es el reverso tenebroso de nuestra realidad».