LA FIESTA DEL 23 DE ABRIL
Escritores y lectores, de tú a tú
La hora de la verdad en la que los autores se ven las caras con sus seguidores volvió a ser ayer el ritual más esperado de Sant Jordi.La tradición de la firma sumó anécdotas y pequeñas historias
ALBERT ESPINOSA: Seguidores desde los 9 a los 102 años
De amarillo y arrasando de nuevo, el autor de El mundo amarillo sumó larguísimas colas y firmó sin descanso. Y no solo entre seguidores de la teleserie Pulseres vermelles sino entre quienes comparten su positiva filosofía de vida, como Diana, de 25 años: «Escribe como si hablara de mí, los dos estudiamos ingeniería industrial y tuvimos cáncer de pequeños». Un contento y, como siempre, cercano Albert Espinosa, triunfó con Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven: «Ha venido gente con los tres libros, y chavales de 9 o 10 años y ¡hasta una señora de 102!». ¿Regalos? «Muchos pinochos, porque la gente sabe que los colecciono desde que perdí la pierna un Sant Jordi». También para el lector: cada uno se llevó una camiseta (¡hasta 1.200!).
EDUARD PUNSET: Infatigable, vital y seductor
Avispados fans falsificaron puntos de libro con el número de la tanda escrito a boli que se repartieron en La Central para organizar la quilométrica cola de lectores de Eduard Punset. Ajeno a la picaresca, entregado, vital e infatigable a sus 74 años, el autor de Excusas para no pensar aguantó tres horas de pie, amén de otra maratón de colas por la tarde. Besos, abrazos, carantoñas, fotos y coqueteos (algunas lectoras podrán presumir de atesorar su e-mail como posdata en la dedicatoria) se llevaron sus se-
guidores (más de 500.000 en Facebook: «Lo peor es estar solo y no leer. Te consumes, te corroes. Lo que nos hace únicos son las redes sociales y sin libros no hay redes sociales», apuntó).
RAMON SOLSONA: Maleta de historias y sentimientos
Un ejemplo: «Per xxxx. Aquí tens una maleta plena d¿històries, música i sentiments. Amb afecte i alegria. Ramon Solsona. Sant Jordi 2011». El autor de L¿home de la maleta, último Premi Sant Jordi, todavía relajado a primera hora en la Fnac Illa, no se ponía por menos de seis o siete líneas por dedicatoria, siempre distintas: «Intento que sea lo más personal posible. Me gusta entretenerme y me fijo en lo que me explica cada lector, como uno que me ha dicho que ha vivido el mundo que describo en el libro». Pero pronto tuvo que ponerse las pilas y olvidar la literatura para no dejar a lectores sin firma ante las largas colas que se formaron en Abacus, Òmnium y Casa del Llibre.
JAVIER MARÍAS: El libro del que su autor desconfiaba
¿Acaso no es Los enamoramientos un título perfecto para Sant Jordi? Los lectores que ayer pedían sus dedicatorias a Javier Marías, el triunfador más literario de la jornada, parecían saber muy bien lo que compraban sin confusión posible. El autor, por el contrario, en letra pequeña y apretada, esparcía sus dudas en las dedicatorias, largas y trabajadas: «Para Laura, este libro que casi no me atreví a publicar». Fumador empedernido, como su amigo Francisco Rico, cameo de lujo en su última novela, Marías no abandonó el cigarrillo mientras atendía a los lectores pero vino armado, eso sí, de un extraño cenicero portátil. ¿Sant Jordi? «Un espectáculo insólito que no se ve en ninguna otra parte», definió.
FEDERICO MOCCIA: La vida como en una novela rosa
Unas iban acompañadas por sus madres, otras por los pacientes novios. Las fans del superventas Federico Moccia, que cumplió ayer su tercer Sant Jordi, se ganaron la firma ¿y una gorra amarilla¿ en su última novela Carolina se enamora, tras horas de espera. Vida y fantasía se entremezclan en estas nuevas mutaciones de la novela rosa y si no que se lo digan a una de sus más enfervorizadas admiradoras y bloguera. Convencida de que su historia es igualita a la de los protagonistas de Perdona si te llamo amor, intentó convencer al escritor para que la pareja de ficción tenga un hijo en una posible próxima entrega de la serie. Y es que ella quiere ser mamá.
JUAN MARSÉ: Derroche de calidez y admiración
Hacía más de 15 años que Juan Marsé no participaba como autor en Sant Jordi. Lo ha contado otras veces. Dejó de hacerlo cuando una vez, mientras firmaba en unos grandes almacenes, le preguntaron: ¿Cuánto vale? Miró el precio de la novela y armado de paciencia, contestó: «2.500 pesetas». «No, el libro no, la mesa», le atajaron. Ayer, investido como Premio Cervantes, olvidó aquel episodio porque todos los que le pidieron su firma eran la calidez y la admiración hecha lector. Como María ¿vecina de Torrent de les Flors, donde transcurre Caligrafía de los sueños¿ a quien firmó su viejo y muy bregado ejemplar de Últimas tardes con Teresa para su hijo pequeño.
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