Ideas

Esclavos del éxito

ÓSCAR LÓPEZ

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Amí no me importaría ser un escritor esclavo de mi propio éxito. Estoy convencido de que lo llevaría con dignidad, que hasta sería capaz de sobrevivir a la presión, en ocasiones asfixiante, de los medios de comunicación. Es más, tendría respuestas preparadas a preguntas como: «¿Triunfar en este género literario le impide publicar otro tipo de novelas?» «¿No cree que sus lectores se sentirán decepcionados si cambia de registro?» Como servidor ya tiene un pasado, he tenido la oportunidad de entrevistar a muchos autores a quienes, salvo excepciones, las etiquetas sientan mal. La voracidad del mercado suele acoplarse como una carcoma a sus meninges, y pocos son los que se libran de la presión del editor que pide más de lo mismo. No hace mucho, Jordi Sierra i Fabra me comentaba que cuando entrega una novela para adultos, sus editores suelen decirle que por qué no la escribe con un registro más juvenil, ya que así tendrá el éxito garantizado. Pero si miro hacia atrás, me acuerdo de Manuel Vázquez Montalbán, y de cómo entre líneas afloraba la frustración de que Pepe Carvalho difuminara la silueta de otros tipos literarios de primera, como Galíndez o Los alegres muchachos de Atzavara. Claro que también Cervantes quiso triunfar en el teatro como Lope de Vega y sin embargo lo consiguió con una novela, vaya por Dios. Quizá hubiera sido más oportuno que utilizara seudónimo para cambiar de registro, como hace el profundo John Banville, que se reconvierte en Benjamin Black para ir de policiaco, o Juan Eslava Galán, que se rebautiza como Nicholas Wilcox para pecar con el best-seller histórico.

Todo esto viene a colación porque le acaban de dar el premio Nadal a mi querida Alicia Giménez-Bartlett, y no sería justo que sin leer su novela, Donde nadie te encuentre, ya hubiera quien se atreviera a aventurar que la sombra de Petra Delicado es demasiado alargada y oscurece la de Teresa Pla Meseguer. A lo mejor es que cambiar de género literario es como lo de cambiar de equipo de fútbol, algo imposible de asimilar; o quizá tienen razón aquellos que aseguran que un autor, aunque publique decenas de libros, siempre está escribiendo la misma novela. Pues qué quieren que les diga, aun a riesgo de perderme algo sublime, yo me quedo con los osados que se atreven a cambiar.