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Tras cuatro nominaciones, Julianne Moore ha logrado por fin su primer galardón

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QUIM CASAS / BARCELONA

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Julianne Moore ha conseguido por fin el Oscar por un trabajo excelente, el que desarrolla en Siempre Alice, pausada y comedida Siempre Aliceen uno de esos papeles tendentes al despliegue de tics actoreales. Había sino nominada previamente en 1998 como secundaria por Boogie Nights, en la que en realidad acometía un personaje principal, y sigue siendo una de sus mejores interpretaciones. Dos años después logró su primera nominación como mejor actriz por El fin del romance, un filme más regular que se crecía con su composición y la de Ralph Fiennes. En 2003 hizo doblete: nominada a mejor actriz principal por Lejos del cielo y mejor actriz de reparto por Lejos del cielo Las horas. Incomprensiblemente, no se llevó ninguno de los dos galardones.

Así que el Oscar por Siempre Alice es más que un premio merecido; es casi un acto de justicia poética. Vale, Hitchcock, Chaplin y Welles no ganaron nunca un Oscar más allá del premio honorífico de rigor al final de su carrera. Pero no premiar, aunque sea una sola vez, a la mejor actriz estadounidense de las dos últimas décadas, parecía un error demasiado grande para no ser subsanado.

Ha pasado tiempo desde que Julianne Moore sorprendió con un monólogo desnuda de cintura para abajo en Vidas cruzadasRobert Altman intuyó todo su potencial, corroborado después en Vania en la calle 42, Safe, El gran Lebowski, Magnolia, Hannibal, Los chicos están bien y los títulos ya citados. Hasta estaba bien en el remake de Carrie como la madre de la chica telequinésica, que ya es difícil. El Oscar debería haberle llegado mucho antes.