Susana Baca: "Todo empezó cuando me señalaban en clase por ser negra"

La cantante peruana, exploradora de las raíces africanas de la música de su país, regresa a Barcelona con un recital antológico que ofrecerá en la sala Barts, dentro del Grec

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JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Peruana universal, Susana Baca ha consagrado el grueso de su carrera a la difusión y el desarrollo del sustrato cultural africano de su país. Seis años después de su último disco, ‘Afrodiáspora’, actúa este lunes en Barts, dentro del Grec, con un recital de carácter antológico.

La llaman “la diva de los pies descalzos”. Yo siempre he cantado descalza, desde mi infancia. Creo que tiene que ver con un sentimiento de libertad. De niña, mi madre tenía que trabajar y nos dejaba en casa, a mi hermano, un año mayor, y a mí, y lo primero que hacía era sacarme los zapatos y estar libre. Entonces, yo en el escenario necesito esta libertad para moverme, para danzar, para sentir el ritmo empezando por los pies.

¿Con qué música creció? Sobre todo, de guitarra. Mi padre era músico, yo lo adoraba, cuando llegaba del trabajo cogía su guitarra y se ponía a tocar y a cantar, y era mi momento más feliz. Luego mis padres se separaron, yo me quedé con mi mamá y ya nunca más tuve eso. El sonido de la guitarra tiene algo muy fuerte y trascendental para mí, algo de ensueño.

¿Qué le hizo comenzar a centrar su atención en el legado musical africano del Perú? Creo que todo eso empezó cuando me señalaban en el colegio, cuando me miraban y me decían “eres negra”. Cuando eres niña no piensas si eres negra o blanca. Y de repente notas que comienzan a señalarte y, a veces, a hacerte a un lado en algunas cosas, y no lo comprendes. Al regresar a mi hogar, claro, veía a mi madre negra, mis hermanos negros, toda mi familia… Y empecé a querer saber más de los negros.

Así que todo empezó de una manera muy vivida, no a través de una distancia académica. Comenzó al aceptar esa negritud, que es algo muy importante porque te hace sentir parte de algo y caminas. Luego, ese horizonte se fue ampliando. El hecho de conocer a Nicomedes Santa Cruz, de oírlo en sus conferencias, de leerlo… Yo vivía en una zona de Lima con una universidad cuyo rector era un hombre blanco muy interesado en la historia de los negros, que estudió las aportaciones africanas en la lengua española. Fui asistente suya y tuve al alcance los libros que necesitaba. Ahí pude saber más sobre la presencia de África en el mundo. Y otra persona que me ayudó muchísimo fue Chabuca Granda.

La autora de ‘La flor de la canela’, ‘Fina estampa’… Una mujer de una gran cultura. Nació a 3.000 metros de altura, en Apurímac, en la zona andina, porque su padre era de las minas. Esta mujer, con gran sensibilidad, dio a conocer ese otro Perú, un país con una cultura diversa, que se expresa en la música, la comida… Sí, ¡yo estoy muy feliz con mi país!

¿Cómo era Chabuca Granda? Una persona muy política, exigente con los políticos del Perú, que entendía la historia y la injusticia. Hizo una canción hermosísima que dice: “Madre que vas a parir el hijo erguido / Hambres que veré partir seré testigo”. Una mujer muy generosa, que abría su casa. La llevé a una reunión de un grupo de poetas que se llamaba Hora Zero, poetas contestatarios de los años 70, y ella, de pronto, allí sentada, empezó a hablarles del poeta Javier Heraud, de cómo lo asesinaron por sus ideas y cómo hizo una serie de canciones preciosas sobre su poesía.

¿Siente que ese fondo africano ya está reconocido en el Perú? Sí, sí, han ido cambiando las cosas y para bien. No es todo maravilloso, estamos todavía peleando derechos y espacios, pero creo que a los jóvenes afro-descendientes les dejamos una situación mejor.

El papel de alguien que viene de fuera y que se interesa por dar proyección a su trabajo, como fue David Byrne, ¿es importante? Importantísimo, teniendo en cuenta el prestigio de este hombre y el trabajo que ha hecho dentro de la música del mundo.

A veces las cosas no se reconocen hasta que viene alguien de otro lugar, sobre todo del mundo anglosajón, y dice: “esto tiene valor”. Como ocurrió en Cuba con ‘Buena Vista Social Club’. Sí, puede ser, puede ser… La gente tiene cerca a los artistas pero dice ‘ay, ay, qué gracia…’, y no los acaba de valorar. Pero eso en mi caso no puedo decirlo. Creo que tengo el reconocimiento de la gente de la calle, de los mercados, que me felicita, se felicita, y se emociona con mis triunfos. Lo vivo en lo cotidiano. Me abrazan por la calle, se toman fotos conmigo…

‘Afrodiáspora’ ya tiene seis años. ¿Prepara una nueva grabación? Sí, dos discos. He grabado uno, ‘Quiéreme’, con la artista cubana Argelia Fragoso. Ella canta boleros y yo, valses románticos. Canciones de amor y desamor, hasta incluimos un tango. Estuvimos en Cuba un mes grabando con músicos suyos y míos. Y el otro se llama ‘Fe’ y es sobre canciones afroperuanas cantadas con un coro de Nigeria.

Yendo a las raíces. Lo grabamos en ese país, en Abuja, y fue muy hermoso: gente que venía de trabajar todo el día y que se ponía a ensayar y a grabar, con todo lo que podían cargar en el alma. Cuando abrían la boca y cantaban todo eso salía con una intensidad tan grande… Nigeria es un pueblo que baila a pesar de todo. Esos dos discos quiero entregarlos ya al público, antes de que termine el año. ¡Tienen que salir ya!