ENTREVISTA

Mathieu Kassovitz: "Ser actor es el trabajo más tonto del mundo"

El actor y director recibe el premio honorífico del festival de Locarno y presenta 'Sparring', su nueva película

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Nando Salvà / Locarno

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Se dio a conocer desde detrás de la cámara con 'El odio' (1995), retrato demoledor de una Francia socialmente quebrada que lo llevó a ser considerado heredero de Godard y Truffaut. Desde entonces, mientras se afianzaba como director de películas de género ('Los ríos de color púrpura' (2000), 'Babylon' (2008)), ha puesto su talento interpretativo a las órdenes de autores como Jean-Pierre Jeunet, Costa-Gavras, Steven Spielberg y Michael Haneke. El motivo de su presencia en el Festival de Locarno es doble: por un lado, el certamen suizo le ha otorgado un premio honorífico; por otro, presenta su nueva película, 'Sparring', en la que da vida a un boxeador en decadencia. Al parecer protagonizarla lo ha marcado profundamente: se ha propuesto dedicarse al boxeo también fuera de la pantalla.

¿No es usted un poco mayor para convertirse en boxeador? Por eso mi alias deportivo es Papa Kasso; soy el padre del 'ring'. El boxeo, en todo caso, es solo un 'hobby'. Participé en una pelea oficial en junio y voy a participar en otra en diciembre. No podré dedicarle tanto tiempo como querría, porque ser actor y boxeador a la vez es difícil. Si me parten la cara en una pelea, luego no me puedo poner frente a la cámara.

¿Qué le atrajo tanto de este deporte? El boxeo fue el primer deporte del mundo; incluso antes de saber cómo correr, el ser humano aprendió a pelearse con el de al lado. Boxear es mucho más interesante que actuar: todo lo que sucede sobre un 'ring' es pura honestidad, y en cambio ser actor se basa en la mentira. Si eres un buen mentiroso probablemente seas también un buen actor.

Muchos actores, en cambio, dicen que para ellos actuar es una forma de buscar la verdad. ¿Ah, sí? ¿La verdad sobre qué? ¿Sobre sí mismos? Yo nunca he aprendido nada de ninguno de mis personajes. Nada. Bueno, es cierto que al rodar una escena descubres pequeñeces sobre ti mismo, como: 'Oh, sí, puedo llorar en pantalla mejor de lo que pensaba'. Pero nada más. Ser actor es el trabajo más tonto del mundo. Te dan una ropa para que te la pongas y te ponen enfrente de una cámara para que digas los diálogos que han escrito para ti. Te pagan de maravilla y encima te haces famoso, y aunque lo hagas fatal luego el director y el montador van a hacerte quedar bien.

¿Y qué opina de todos esos actores del Método, que necesitan meterse del todo en la piel de sus personajes y experimentar de primera mano todo su sufrimiento? Todo el mundo conoce esa anécdota durante el rodaje de 'Marathon Man': cuando Laurence Olivier se enteró de que Dustin Hoffmann había pasado 72 horas sin dormir para rodar una escena en la que era privado del sueño, le dijo: "Muchacho, ¿y si en lugar de eso te limitas a actuar?". Es decir, lo del Método me parece una idiotez. En todo caso, no me extraña que muchos actores se vuelvan locos.

“Si he sobrevivido en esta industria es porque todo el mundo me molesta, y porque no tengo fans. Si los tuviera, supongo que haría todo lo posible por perderlos”

Mathieu Kassovitz

¿Se refiere a que se les presta demasiada atención? Sí, se los venera como héroes a pesar de que en realidad no son más que marionetas. Los mejores actores son los que asumen eso, los que no se toman a sí mismos en serio. Eso les permite llegar más lejos y hacer cosas realmente increíbles frente a la cámara. Fíjate en Al Pacino: a veces lo ves en pantalla y resulta increíble la cantidad de tonterías que llega a hacer. Eso solo se logra cuando uno se toma a sí mismo a broma.

Si ser actor le parece tan irrelevante, ¿por qué pasa usted más tiempo actuando que dirigiendo? Dirigir conlleva mucho sufrimiento. Durante dos años pasas 24 horas al día y siete días a la semana tratando de convencer a un puñado de idiotas para que te den su dinero, y luego durante el rodaje tienes que lidiar con cientos de individuos que te piden las cosas más variopintas y que en realidad no te respetan. Están demasiado ocupados cuidando de los actores, que cobran diez veces más que el director y trabajan diez veces menos.

¿Siempre habla usted tan claro? Mis padres me enseñaron a ser un rebelde, y a rechazar las comodidades. Si he sobrevivido en esta industria es porque todo el mundo me molesta, y porque no tengo fans. Si los tuviera, supongo que haría todo lo posible por perderlos.

Usted se dio a conocer cuando dirigió 'El odio' (1995), que retrataba la rabia de las minorías raciales de París. ¿Podía imaginar entonces que a día de hoy la película tendría plena vigencia? Estaba seguro. Los ataques terroristas que ha sufrido Francia en los últimos tiempos son consecuencia directa del tipo de clima social que yo retraté en 'El odio'. Estaba seguro de que, si no empezábamos a respetar a las minorías, en algún momento ellas dejarían de respetarnos a nosotros. Pensé que con la película podría contribuir a arreglar las cosas, pero no logré nada.