ENTREVISTA (Publicada en el 2003 en EL PERIÓDICO)

Günter Grass: "Tan criminal como Sadam es Bush, que es un peligro incluso para su pueblo" (2003)

Rechaza cualquier disciplina que no se haya impuesto él mismo. Bregado en mil causas justas, dice todo lo que piensa. Él puede hacerlo

Günter Grass, en la feria del libro de Fráncfort del año 2006.

Günter Grass, en la feria del libro de Fráncfort del año 2006.

SALOMÉ GARCÍA / MADRID

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--Tiene 75 años. ¿Cómo soporta el tute de promocionar su novela?

--Después de cada viaje de este tipo, prometo a mi esposa que es la última vez, pero siempre hay otra. Es que durante trechos muy largos vivo en un aislamiento que he elegido yo. En largos periodos sólo escucho mi propia voz o la música que pongo para trabajar. Cuando escribo, hablo, discuto con mis personajes. Pero a veces también me gusta hablar con personas. Luego vuelvo al aislamiento. Esta alternancia de las dos cosas es atractiva.

--Necesita silencio y soledad.

--Mi trabajo se realiza en un gran taller donde tengo todas mis herramientas, pinto, trabajo con arcilla. No hay teléfono. Yo no como a mediodía. Desayuno con sosiego y luego trabajo todo el día solo. Es muy bueno para crear, pero luego necesito ver personas.

-- ¿No siente ganas de jubilarse?

--Soy un privilegiado, trabajo en algo que me produce mucho placer y no sabría existir sin ese placer. Para la mayoría el trabajo es sólo una manera de ganarse la vida. Esas personas deben tener un retiro decente. Pero si alguien quiere continuar su actividad, tiene derecho a realizarse.

-- ¿Le pesa el Nobel? ¿Se exige más al escribir a raíz del premio?

--Yo no me exijo más, pero la sociedad sí. Antes creía que tenía tres profesiones, la de escultor, la de escritor y la de dibujante. Ahora, además, soy premio Nobel. El correo me invade con peticiones de que participe en actos. Continuamente me veo obligado a decir no. Formalmente, mi nueva profesión es decir no. Yo no he cambiado en cuanto a mi trabajo. Con Nobel y sin él, el papel sigue horriblemente blanco y hay que mancharlo, llenarlo, para comenzar el proceso de creación.

-- ¿Qué premio le dio más alegría?

--Recuerdo como una gran alegría el primer premio que me dieron cuando era un escritor joven. Fue por dos capítulos de lo que luego sería El tambor de hojalata. Aquello sí que fue una sorpresa y una alegría. El Nobel me alegró también, pero en el fondo no fue una sorpresa.

-- Ha criticado el exceso de obras que se publican. ¿La literatura se democratiza o se trivializa?

--Es un dilema muy grande. Yo apoyo fervorosamente la democracia en todos los ámbitos de la sociedad, pero en el arte la democracia no tiene importancia alguna, sólo fomenta la mediocridad. Los productos del arte requieren una selección previa muy estricta. Los procedimientos democráticos lo trivializan. Hoy día es difícil elegir obras que merezca la pena adquirir. Cuando una editorial gana gran tamaño, siempre hay un gestor que dice que hacen falta 150 títulos al año para asegurar la rentabilidad. En vez de primar la calidad, prima la cantidad. Es una pena.

-- ¿Usted nunca se ha sometido a la dictadura de las editoriales?

--Nunca. Por ejemplo, nunca he aceptado pagos a cuenta. Si lo hubiese hecho, me habría sentido muy poco libre. Primero acabo la obra y luego firmo los contratos con la editorial. Así puedo asegurarme hacer lo que creo adecuado. El editor nunca debe tener demasiada seguridad, hay que tenerlo preocupado por si me puede perder. Hay que negociar constantemente con él.

--Va a resultar que su otra profesión es negociante.

--Aprendí de mi madre, que era tendera, tenía un pequeño negocio. Desde niño he visto su lucha por mantenerse contra las grandes cadenas, las grandes superficies. He aprendido mucho de ella. Es un hecho que muchos editores me temen por mis tácticas de negociación.

-- ¿Y aconseja esa táctica a los nuevos autores?

--Intento transmitirles confianza en sí mismos. Tienen que asimilar que los patronos somos nosotros, la editorial no podría existir sin el trabajo de los autores. Los editores se dan grandes aires y llegan a creerse que son ellos los autores.

--Estamos al borde de una guerra contra Irak. La mayoría de los europeos es contraria al ataque. ¿Qué deben hacer los ciudadanos para que sus gobiernos les escuchen?

--Estoy muy contento al ver a los pueblos que se revelan contra esa guerra, como el español. Lo que hay que hacer es insistir, continuar, no dejar de protestar, para que los gobiernos hagan caso.

-- ¿No encuentra ninguna justificación al ataque, ni siquiera la necesidad de acabar con el régimen dictatorial de Sadam Husein?

--Los gobiernos tienen la obligación de sentarse a negociar. Muchas veces con políticos tan criminales como Sadam Husein. Pero para mí, tan criminal como Sadam es Bush. No sólo para nosotros, también para su propio pueblo. Hay que ser consciente del peligro que supone Bush: un hombre que salió de las elecciones de una forma tan poco clara; que ha eliminado de un plumazo todo lo que habíamos creado en la posguerra para regular las relaciones entre los pueblos; que ha dividido el mundo en buenos y malos; que usa el lenguaje de las cruzadas... Quiere imponer un fundamentalismo cristiano. Es un peligro público.

--Sadam tampoco es un santo.

--En el mundo entero hay al menos dos docenas de dictadores tan peligrosos como Sadam y nadie se mete con ellos. Esta guerra sólo se explica por el petróleo. No hay absolutamente ninguna razón para declarar esta guerra.

-- ¿Ni siquiera el peligro potencial que suponen sus armas?

--No olvidemos que el armamento que pretenden que Irak destruya es el que le ha facilitado Estados Unidos para la guerra contra Irán. La hipocresía que reina en el mundo es horrible.

--Regale un consejo a Aznar.

--Deje de hacerse el sordo, de ser un lacayo de Bush y escuche a la mayoría de su pueblo, que ha dicho claramente no a la guerra.

El escritor alemán Günter Grass se negó a responder la batería de preguntas muy personales que acompañaba cada domingo la sección de entrevistas en el 2003. El Premio Nobel de Literatura 1999 zanjó la cuestión con cortesía y firmeza: "Gracias, pero nunca respondo ese tipo de cuestionario".

Otros Datos: LA FAMILIA "Tenemos ocho hijos y 16 nietos. Disfruto mucho en mi papel de patriarca" SU TALLER "No tengo teléfono. Yo no como a mediodía. Desayuno y trabajo todo el día solo" LOS EDITORES "Es un hecho que muchos editores me temen por mis tácticas de negociación" EL TRABAJO "Con Nobel y sin él, el papel sigue horriblemente blanco y hay que mancharlo".