CINE Y ARTE

Antoni Muntadas: «Venecia de noche es fantasmagórica»

El artista conceptual ha sido invitado por el Festival de Cine de Venecia para presentar su último trabajo, 'Dérive Veneziane'

Dos imágenes de 'Dérive Veneziane', vídeo que presentará en el Festival de Venecia como artista invitado.

Dos imágenes de 'Dérive Veneziane', vídeo que presentará en el Festival de Venecia como artista invitado.

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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Antoni Muntadas, afincado en EEUU desde los 70 y referente internacional, ha sido invitado por el Festival de Cine de Venecia para presentar su último trabajo, Dérive Veneziane, una videoproyección dedicada a la ciudad de los canales. Del 1 al 12 de septiembre se podrá ver en los jardines de Giardino-Lido. En Barcelona se presentará al público el 3 de septiembre en la Galería Joan Prats.

-¿En qué consiste este proyecto?

-Llevo 10 años dando clases, de octubre a diciembre, en la universidad Iuav de Venecia, una ciudad que todo el mundo conoce bastante pero con los estereotipos de los palacios y los turistas. Es un supercliché. Yo muestro otra cara. Hace unos tres años empecé a pensar en Venecia de noche, en un lugar donde nos perdemos todos, y lo relacioné con los situacionistas y su idea de deriva, de dejarse llevar; con la psicogeografía de Guy Debord. Cuando te pierdes, la conoces de otra manera. Dérive Veneziane muestra la cara desconocida a través de la experiencia de ir en barca de noche. Son 38 minutos de una gran panorámica filmada con tres cámaras. Con el sonido del agua y algunas frases que son pinceladas, acupuntura sobre las imágenes. Es un trabajo muy subjetivo.

-¿Qué le sorprendió más de esa Venecia nocturna?

-Es una ciudad que se va a dormir pronto, no hay mucha vida de noche. Los pocos bares cierran como máximo a las 12 o la 1. Durante esos 38 minutos filmados apenas encontramos tres personas y un perro.

-Nada que ver con la atiborrada postal diurna.

-Me interesó ese contraste; la gente la conoce con la multitud y la luz, los reflejos... y por la noche es silencio, intriga, soledad, misterio. Es fantasmagórica. No creo que se haya dado mucho esa visión, apenas algún fragmento en alguna película, pero con esa radicalidad, sin el contrapunto del día, pienso que no. Al eliminar toda ruta diurna predecible, da lugar a una nueva conciencia.

-¿Le gustan las ciudades de noche?

-En general, sí. Nueva York me gusta mucho. Lo que no sé es si me gustaría trabajar de noche, como los taxistas, que son los que mejor conocen las ciudades.

-Puso como condición que el proyecto se presentara en un espacio público. ¿Por qué?

-Quería un lugar que fuera de paso, sin sillas y que la audiencia tuviera también esa sensación de deriva, de movimiento, y que hiciera su propia edición, quedándose dos, 10 o 30 minutos. Habrá una pantalla de 5x3 metros en los jardines.

-¿Le gustaría que llegara a las salas de cine?

-La veo más para galerías y museos. Una película como esta... ¡la crítica la destrozaría!

-Nunca se ha planteado el salto a la gran pantalla.

-Sí, pero no es mi contexto. Aunque en realidad mis trabajos son híbridos y no hay una audiencia sino muchas. Pero el oficio de la dirección de actores, los diálogos, es una manera de construir imágenes de otra forma. Eso sí, frente a la diferenciación que hacíamos entre el productor de imágenes de vídeo y de cine, ahora está todo mezclado. Se hacen por teléfono, ordenador, cámaras de vídeo, de cine...

-¿Qué cine y qué directores le interesan?

-Mi base fue el cine francés e italiano de los años 60. Godard, Chris Marker, Antonioni, que hacía cine de la incomunicación cuando tomó fuerza la palabra comunicación. Yo entonces pintaba, y mientras Warhol retrató a Marilyn, yo hice varios homenajes a Monica Vitti, un personaje bestial como actriz y entidad cinematográfica. Siempre me interesó el cine italiano. Luego, el asiático y otras cinematografías europeas.

-Como pionero del media art e investigador de los medios de comunicación, ¿cuántos años le queda a la prensa de papel?

-Creo que le quedan muchos años. Se lee mucho en viajes. A mí me encanta leerla en el tren, en el avión.

-Usted empezó a trabajar con internet en los 90. ¿Se imaginaba que acabaría devorándolo todo?

-Cuando empecé, estaba en manos de militares y universidades, y fue una revolución positiva. Es un medio de comunicación e información, pero deja poco tiempo para reflexionar. Recibes un e-mail, y si tardas en contestar ya piensan que estás enfermo. No es un medio de reflexión. Yo no tengo Twitter ni Facebook, tienen algo de exhibicionismo. Pero hay cosas positivas. Como la capacidad de convocar manifestaciones de actividad política. Sin internet, difícilmente existiría Podemos. Por otro lado, la opinión individual está desapareciendo. La gente tiene miedo de identificarse con determinadas situaciones. Hay mucha inseguridad.

-¿El miedo es la palabra del siglo?

-No se le da la importancia que tiene porque parece que sea cosa de niños, de habitación oscura. Yo, desde el ataque del 11-S, le estoy dando vueltas y haciendo muchos trabajos sobre el miedo.

-¿Ha llegado a alguna conclusión?

-Si tienes opiniones, el miedo desaparece. Está ligado a la inseguridad. Claro que hay muchos tipos de miedos: privados, públicos... Es un tema muy amplio.

-¿Es usted optimista?

-Soy realista. La realidad es lo que veo, no lo que me imagino. Este país puede ser bastante pesimista, hay un pesimismo general.

-¿Al contrario de lo que sucede en Estados Unidos?

-Allí hay otro tipo de optimismo, aunque a veces te preguntas por qué.

¿No ha pensado en hacer una Dérive Barcelonesa?

-Estoy haciendo un audio. Una recopilación de los sonidos de las ruedas de maletas de los turistas a todas horas, de día y de noche. Es el sonido característico de Barcelona. Por todas partes oyes el catacraccatacraccatacrac. Hay un punto de violencia sonora.

-¿Qué haría usted?

-Yo de momento me he comprado un maleta de ruedas, que no tenía. Me grabaré a mí mismo.