Se cumplen 75 años de la muerte de un escritor mítico

El enigma de la tumba de Lorca se reaviva

El historiador Miguel Caballero propone otro paradero de la fosa

El poeta granadino Federico García Lorca, en la década de 1930.

El poeta granadino Federico García Lorca, en la década de 1930.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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La vida y, especialmente, la trágica muerte de Federico García Lorca ha dado para investigaciones rigurosas, mitificaciones fantasiosas y chascos garrafales. El último se abrió y cerró en diciembre del 2009, en Alfacar, Granada, en la fosa donde debían de encontrarse los restos mortales del poeta según su confeso enterrador, Manuel Castilla, a quien creyeron primero el escritor y biógrafo norteamericano Agustín Penón y, más tarde, Ian Gibson, que ha dedicado al poeta 45 años de su vida como historiador y es hoy, pese a quien pese, uno de sus más reconocidos especialistas. Ya es sabido. En la zona indicada de Alfacar no se encontró la menor huella de los restos.

Dos años más tarde, cuando, se cumplen 75 del fusilamiento del poeta, que Gibson sitúa en las primeras horas del 18 de agosto, un libro,Las trece últimas horas en la vida de García Lorca (La esfera de los libros), del historiador Miguel Caballero Pérez, vuelve a la carga arrojando una nueva luz tanto a las motivaciones que llevaron a la detención y muerte del poeta como a la propuesta de una nueva localización de su lugar de ejecución y enterramiento, curiosamente, no muy lejos de donde se excavó sin resultados. El lugar es el llamado Peñón Colorado, concretamente frente a un cortijo que aún existe llamado Gazpacho.

LOCALIZACIÓN / En buena ley, el nuevo emplazamiento no es un descubrimiento en un sentido estricto porque ya el periodista granadino Eduardo Molina Fajardo en su libroLos últimos días de Federico García Lorca, publicado póstumamente en 1982, apuntaba a ese lugar.

¿Por qué no prosperó en su momento esa línea de investigación? Caballero da una interpretación de carácter ideológico. La izquierda española adoptó a García Lorca como uno de su grandes mitos durante la transición y el estudio de Molina Fajardo, hombre del régimen franquista, no fue considerado. Una lástima, según Caballero, porque «consiguió información y confidencias de primera mano, primero, por ser el director de un periódico falangista granadino llamadoPatriay segundo, porque al pertenecer a Falange Española podía lograr, por ejemplo, el valioso y verídico testimonio de su amigo y correligionario Nestares». Y José María Nestares, jefe del destacamento de Víznar, es la pieza clave. A esa declaración se une la de Joaquín Espigares, falangista y campesino de Víznar, que en 1970 dio el «testimonio más fiable y exhaustivo».

Caballero utiliza como base el estudio de Molina Fajardo, pero en su libro comprueba uno a uno todos los datos que aparecen en aquel ensayo. Ayudado por el arqueólogo Javier Navarro Chueca, uno de los grandes especialistas en localización de fosas, ambos planean presentar un informe a la junta de Andalucía para que se reanude una búsqueda que, auguran, será no excesivamente compleja. Navarro recomienda unas catas transversales y poco profundas en el terreno. «También sería útil la utilización del georradar, o radar penetrante en la tierra, como complemento de búsqueda, para determinar si existen o no restos humanos», propone Caballero.

Las trece últimas horas...tiene la voluntad de desmontar mitos. El libro intenta también rescatar la figura de un Lorca no partidista, aunque sí firmemente republicano, y niega que fuera un mártir de la izquierda ya que las rencillas familiares pesaron más que las ideológicas en su trágico fin. Un final sobre el que 75 años después todavía se ciernen las sombras.