EL VIBRANTE EPITAFIO DEL grupo catalán

Els Surfing Sirles, morir cantando

'Música de consum' despide una singladura trepidante e inolvidable

Martí Sales, Guille Caballero, Uri Caballero y Xavi García, en una imagen del 2010.

Martí Sales, Guille Caballero, Uri Caballero y Xavi García, en una imagen del 2010.

NANDO CRUZ / Barcelona

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Pocas veces la edición de un disco conlleva una noticia tan negativa. Pero el lanzamiento de Música de consum, el tercero de Els Surfing Sirles, certifica lo inevitable: el final del grupo catalán. Tras la muerte de su guitarrista, Uri Caballero, el 10 de julio, el grupo anunció su separación. Había un disco en camino. Ahora el disco existe. Pero el grupo, ya no.

El impás entre la muerte de Uri Caballero, el anuncio de disolución del grupo y la edición de su disco póstumo ha sido una suerte de limbo temporal que los amigos del guitarrista y los seguidores de Els Surfing Sirles han empleado para conjurar el dolor ante tamaña pérdida. Habrá iconos más famosos en el rock catalán, pero ninguno ha inspirado un mural como el que luce en el barrio de Vallcarca (más bonito que el de Joe Strummer en el East Village) ni una placa con su nombre para bautizar una plaza (y a cuya inauguración nadie invitó al alcalde Trias).

Tampoco se anunció en prensa el concierto de homenaje a Uri Caballero que se celebró hace 15 días. Pero allí estaban sus amigos y los otros Sirles (Guille Caballero, Martí Sales y Xavi Garcia) berreando Pubilla de cuixa forta en un escenario que no era más que una manta sobre la arena de una plaza. Sí, los Sirles siempre hicieron la guerra por su cuenta. Mientras miles de grupos aspiran a tocar en el Primavera Sound, ellos eran felices liándola en el Ateneu de Sant Celoni, el festival Rock & Trini de la Trinitat o un pub de Arbúcies. Y si tenían que hacerse una sesión de fotos, un vagón de metro iba bien.

En su impecable expediente farandulero y libertario solo hay una mancha: haberse presentado al concurso Sona 9. Pero en su descargo hay que decir que el jurado pasó de ellos. Y que fue en el 2008, tras sus muy etílicos inicios y antes de grabar sus tres discos. «Presentarnos al concurso nos sirvió para no separarnos», valorarían años después.

COMO BANDOLEROS / Desde entonces, forjaron un historial trepidante e inolvidable que ha impulsado a Joan Colomo a sentenciar «son más buenos que los Zombies y Budellam» en uno de los muchos artículos póstumos que se les dedican estos días. Sirva la hipérbole para subrayar el fervor paralelo de los Sirles por la psicodelia inglesa y el hardcore más nostrat. Solo así se puede firmar uno de los versos más excelsos de la poesía catalana moderna: «Shake, shake, shake, aixeca l'aixella, xampú, xampú, xampú».

La muerte sobrevuela Música de consum. Quien practique ese juego tan feo de buscar mensajes premonitorios en las letras se pondrá las botas. Aun así, pocos discos han cantado a la muerte con tan honda vitalidad. Normal. Una de las virtudes de Els Surfing Sirles fue su sentido de la justicia. Lo era cuando amenazaban con robar el trineo a odiosos esquiadores y lo es ahora cuando señalan en Oda la plaga de corrupción.

«Aquesta cançó es un punt i final», se oye en Cançó funeral; una letra de generosidad máxima, pues nace para velar a un difunto sin familia. Habla de cantar a la muerte y de morir cantando. «Morir en silenci, ningú s'ho val», dicen. Y es que más allá de su anfetamínico espíritu tragavida, los Sirles fueron profundamente sociables, nobles y sensibles al dolor ajeno. Coleccionaron hazañas y amigos como bandoleros de la Barcelona podrida del siglo XXI. Fueron nuestros Curro Jiménez, El Estudiante, El Algarrobo y El Gitano.