Elena Poniatowska: "Lupe Marín jamás se doblegó a sus maridos"

La escritora mexicana publica 'Dos veces única', novela sobre la segunda esposa del muralista Diego Rivera

Elena Poniatowska antes de la entrega del Premio Cervantes.

Elena Poniatowska antes de la entrega del Premio Cervantes. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Hay algo extremo e intenso en la mitificación de algunas mujeres mexicanas, pájaros raros y legendarios, la mayoría de las veces a la sombra de hombres mayúsculos. Como Guadalupe Marín, por ejemplo. Fue la segunda esposa del enorme (en todos los sentidos) Diego Rivera (a la primera, Angelina Beloff, él la dejó tirada en París con un hijo y si te he visto no me acuerdo), al que ella que abandonó a su vez por mujeriego.Aunque luego se mantuviera unida al ‘gran panzón’, aun incluso después de que este se casara con Frida Kahlo. Lupe Marín, la fiera de ojos verdes, la mujer capaz de levantarle las faldas a la poliomielítica Frida en su boda para gritarle al personal: “por este par de piernas me cambió Diego Rivera”. Mala y más que mala, 'bicharraca'. Con el gran muralista tuvo dos hijas y un hijo más (al que ninguneó desde el minuto cero) con su segundo marido, el poeta Jorge Cuesta que, loco perdido, acabó con su vida destrozándose los genitales con un picahielos. Ella es la protagonista de la última novela, 'Dos veces única' (Seix Barral), de la premio Cervantes Elena Poniatowska. En ese libro, Marín, tremenda y cautivadora, es la abeja  reina de un hervidero exuberante de personajes más grandes que la vida, marcados por la utopía y la locura.

A Lupe Marín la precedía su fama de mujer salvaje y formidable. Usted la conoció personalmente. ¿Era así de verdad? La entrevisté, ya muy mayor. La visité dos o tres veces en su casa. Ella se ganaba la vida como modista de la alta sociedad mexicana, se acostaba a las 7,30 de la noche y se levantaba a las cinco para coser en su máquina Singer. En un determinado momento, se tocó las sienes dando muestras de cansancio y yo le dije que paráramos ahí pero ella se negó. “No, espérate, ahora se me pasa”. Ese comentario me dio la medida de su carácter. De lo fuerte y dura que podía ser en sus exigencias con los demás, pero también de cómo había salido airosa de muchas situaciones sin ser indulgente consigo misma.

Es una figura contradictoria. A la vez seductora y villana de telenovela.  Era como una pantera negra, una mujer muy grande y muy morena, de ojos intensos. No era culta, pero sí muy inteligente y cuando se unió a Diego Rivera fue capaz de ponerse a la altura de los amigos de este con su talento, pero también con su atrevimiento. Sin saber idiomas, fue capaz de moverse ella sola por Europa.

Como madre dejó mucho que desear. Usted la dibuja manipuladora y rencorosa. Quizá en esta novela me incliné demasiado por lo que decían sus hijos, en especial su hija Lupe, una abogada y política, muy de querer pertenecerr al 'establishment' y mucho más convencional que su madre. Yo quizá le hice demasiado caso y me sabe mal que impere esa visión que no es exactamente lo que yo siento.

No se preocupe, también se percibe que es una figura muy especial. ¡Qué bueno que diga eso! Me da mucho gusto. Me agrada Lupe Marín porque jamás se doblegó a sus maridos. En México hay un cartabón que siguen todas las mujeres que es el de la abnegada madrecita mexicana que aguanta al marido y sus golpes. Ella no se ajusta.

Tiene gracia que en la novela la mundialmente famosa Frida Kahlo quede relegada al papel de extra con apenas una línea de diálogo. Es que entonces Frida no era conocida. Sus obras no eran tan caras y no se la respetaba tanto: en Coyoacán la llamaban 'la coja'. No tenía la importancia que adquirió después. Todo surgió a raíz de la biografía que Hayden Herrera publicó en los 80, que acabó convirtiéndola en una especie de santa laica. Su enfermedad, su sufrimiento, su fuerza de voluntad, su lesbianismo... todo contribuyó a hacer de ella una figura extraordinaria. Y claro, para la historia, se tragó por completo a Lupe Marín. Lupe era especial sí, pero no tenía los dones de Frida.

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"Amor a Rodoreda","text":"Cuando se le pide a la escritora que haga la lista de las novelas fundamentales para ella, coloca en un lugar de honor a 'La pla\u00e7a del Diamant', de Merc\u00e8 Rodoreda, que ella ley\u00f3 en castellano y de la que se enamor\u00f3 de inmediato. No es extra\u00f1o, Colometa tiene mucho de esas mujeres que a ella le gustan y que pueblan sus historias. \"Aquella novela me dio la dimensi\u00f3n vivida de la guerra civil espa\u00f1ola sin que yo tuviera que haber sufrido ning\u00fan bombardeo. Para m\u00ed leer lo que significa la guerra para Colometa, la ausencia del marido, las palomas, sus padecimientos, fue una gran experiencia como lectora. Es una de las m\u00e1s novelas m\u00e1s bellas que he le\u00eddo jam\u00e1s\".\u00a0"}}Lupe y Frida fueron también figuras en los murales de Rivera. Usted en cierta manera también está haciendo lo mismo, construir un enorme fresco de su país, a modo de rompecabezas, del que novelas como 'Tinísima', 'Leonora' o 'Dos veces única' son piezas importantes. Siempre he tenido el afán de documentar a mi país, de rescatarlo. Especialmente de mostrar a sus mujeres, que son las grandes olvidadas de la historia. Sé, además, que dentro de 20 años quizá no haya una sola persona que recuerde a las mujeres de las que yo hablo.

¿Siente que esa es su misión, retratar un México que ya no existe? Como periodista siempre he hecho eso a través de las entrevistas y las crónicas, dando fe de lo que sucedió en los grandes acontecimientos mexicanos como el terremoto del 85, la matanza de Tlatelolco o la lucha de los maestros. Ha sido mi manera de integrarme en un país en el que no nací, porque toda mi infancia fue en París, pero al que pertenezco en cuerpo y en alma.

Como periodista y como practicante de un periodismo oral muy parecido al de Svetlana Alexievich, ¿qué sintió con su premio Nobel? Bueno, me alegré. Aunque ella escriba en ruso y mis orígenes sean polacos. Y ya se sabe, nunca nos hemos llevado bien (ríe). Pero su realidad no tiene mucho que ver con la mía. Solo vi que al presidente de Rusia no le dio tanto gusto el Nobel y no la reconoció.

Eso de que los políticos y los presidentes no la reconozcan es algo que usted también ha experimentado. Sí, jamás he trabajado para el poder. Solo me ha interesado la gente del pueblo. Lo que diga el Gobierno de mí no es la máxima preocupación de mi vida.

Usted ha dicho que el México actual le duele, que le da una pena infinita contemplarlo sumido en la violencia.Y fíjese que eso de que México me duele ya lo dijo en los años 20 Edward Weston, el fotógrafo norteamericano, amante de Tina Modotti, cuando vino por aquí. Lo escribió en sus diarios, que son extraordinarios. Lo que ha llevado a México a su estado actual es una serie de gobiernos corruptos que solo buscan enriquecerse y que, en contrapartida, no le ofrecen nada al país. La otra cara de la medalla son las pocas oportunidades que tienen los ciudadanos porque en México lo que más falla es la educación. Te pones a llorar cuando percibes la poca preparación que tienen los estudiantes que llegan a la universidad y no es mucho mejor cuando salen.