BCNEGRA

La 'fanática' que anuncia el fin del mundo

La escritora Donna Leon recoge el Premio Pepe Carvalho con una advertencia sobre el calentamiento global

Donna Leon, en el Palau de la Virreina.

Donna Leon, en el Palau de la Virreina. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Como en los viejos chistes, Donna Leon trae bajo el brazo dos noticias, una buena y otra mala, el día en que recibe el Premio Internacional Pepe Carvalho 2016.  Animada por la emoción, horas antes de recoger el galardón en el Saló de Cent, la chispeante Leon habla de su última novela, que demuestra por qué el crimen mediterráneo es menos sangriento y reconcentrado (Paco Camarasacomisario de BCNegra, añadió muy gráficamente que los detectives del sur gastan más suelas de zapatos) y con muchos más matices y palabras que en otras latitudes. Con más alegría de vivir y más capacidad de goce para entendernos. “Qué pena me dan todos esos investigadores escandinavos teniendo que comer esa comida tan horrorosa que tienen”, comenta maliciosa. En fin, la buena noticia se titula ‘Las aguas de la eterna juventud’ (Seix Barral / Edicions 62), la número 25 en el historial de sus casos.

La mala tiene que ver con Venecia, esa ciudad donde la escritora norteamericana vive desde hace 40 años. Donna Leon ya no es residente a tiempo completo en la ciudad de los canales. Lo intentó durante años pero al fin, harta de tener que atravesar las hordas de turistas para cruzar la calle, ha tomado la decisión de pasar los meses de más afluencia vacacional en un pueblecito perdido, y con vacas, de Suiza. “En los últimos 15 años, Venecia ha pasado de tener cinco millones de turistas a 30 y eso, en una ciudad con unos residentes fijos que no superan los 58.000 habitantes, ha convertido Venecia en un lugar insoportable, y como ya no hay apenas venecianos, la ciudad es hoy una falsedad. Hace unos años si paseabas por las calles te acompañaba la belleza, ahora todo en Venecia es feo”.

CONSERVADO EN ÁMBAR

En su nueva novela, Leon recupera, cómo no, a su incombustible comisario Brunetti. “Es verdad, mi protagonista no envejece, está solidificado como una mosca en una gota de ámbar, pero de momento cuento con él para mis historias futuras, no pienso matarlo, como hacen otros autores. Tampoco lo planifico excesivamente. Escribí una primera novela porque tenía un contrato y luego fueron llegando las demás”. Aunque la autora se muestra divertida y un punto payasa, hay muchas cosas que le preocupan desde el punto de vista intelectual. Y eso, está convencida, ha teñido de una cierta oscuridad a su personaje, porque ambos van de la mano. “Ahora soy más pesimista y mi personaje también lo es”. Las inquietudes de Leon no se centran en la violencia cotidiana o en la crisis de los refugiados, por poner dos ejemplos candentes. No, lo que más le preocupa es la ecología. “Es nuestro problema más acuciante. El resto de los problemas pueden solucionarse y estoy convencida de que se resolverán con el tiempo, pero si los casquetes polares se deshacen eso es algo irreversible. Sé que parezco una fanática con una pancarta que anuncia el fin del mundo, pero lo cierto es que es verdad; soy una fanática que anuncia el fin del mundo”.

De momento, su nueva novela sigue transcurriendo en Venecia (“no me imagino otro lugar donde situar a mi comisario”, dice). Brunetti debe investigar las causas de un accidente ocurrido hace 15 años a una mujer que hoy tiene 30, lo que le causó una lesión cerebral irreversible que la dejó permanentemente en una edad mental de siete años. “Creo que como autora nunca había sido tan cruel con uno de mis personajes”.