LA ORGULLOSA DESPEDIDA DE LA CITA MUSICAL DE CAPELLADES
Diez años de Lemon son...
El festival The Lemon Day, gratuito y autogestionado, celebró su décima y última edición con Joan Colomo, Za!, Nueva Vulcano, Pony Bravo y Mursego, entre otros
Durante el resto del verano el Parc de la Font Cuitora es un rincón donde los habitantes de Capellades (Anoia) se resguardan del calor bajo la espesa arboleda. Pero cada primer sábado de julio de los últimos diez años, el parque ha sido sede de The Lemon Day, un festival inspirado en las prácticas autogestionarias del hardcore y que el sábado celebró su décima y última edición.
La primera de las muchas escenas inolvidables de esta edición de despedida fue el regalo que hizo la vasca Mursego al público, al pueblo y a la organización: una versión del Repeater de Fugazi cuya letra, escrita horas antes, enumeraba, tras la frase «diez años de Lemon son», las virtudes y recuerdos de este festival.
Joan Colomo solicitó desde el escenario principal que nadie hiciese botellón sino que consumiese de la barra. No hizo falta: la cerveza costaba la mitad que en los festivales famosos. En el parque no había policía ni rastro de autoridad, pero el público sabía que esa barra y los 300 bocadillos de butifarra a la brasa han sido siempre el único ingreso del Lemon. Aquí nunca ha habido patrocinadores ni precio de entrada. Pero con ese dinero se paga el modesto montaje y a artistas de Euskadi (Ainara Legardon), Sevilla (Pony Bravo), Valencia (Betunizer) y otros cinco catalanes.
«Siempre sale bien, nunca ha habido ningún problema», explicaba un vecino del pueblo, habitual del Lemon Day y veterano rockero que va a conciertos desde 1983. A modo de tributo, el sábado lucía una camiseta con un limón, el del Popmart tour de U2. «Za!, Nueva Vulcano, Pony Bravo, Colomo... Todos han venido varias veces a Capellades», contaba, orgulloso. Y ninguno quiso perderse esta última edición. Los Nueva regalaron una versión de Las Grecas y Za!, una aparición sorpresa de Nisei; tan sorpresa que ni la organización sabía que el grupo se reunía.
El Lemon Day desaparece del mapa siguiendo el camino del Pop Arb de Arbúcies. Pero la noticia no es esta. La noticia es que haya podido existir estos diez años, justo en la década en que los festivales han mutado hacia un modelo de feria masificada, hiperpatrocinada y salvajemente consumista en pos de ese maná llamado turismo cultural. El Lemon ha funcionado a base de autogestión y fraternidad demostrando que otro modelo es posible. Y desaparece, sin dejar deudas, no por falta de público, sino de relevo generacional en la organización.
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