A LOS 25 AÑOS DE SU MUERTE
La vida emboscada de Gil de Biedma
Se publican, por fin, los diarios completos del poeta
Corrían muchas cábalas sobre el famoso diario que Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990) dejó en legado a su última pareja sentimental, el actor Josep Madern, y que a la muerte de este, cuatro años más tarde, pasó a manos de su agente, Carmen Balcells. Se rumoreaba que dada la vida alevosamente nocturna y non sancta del poeta, esas páginas debían de estar cargadas de escándalo y detalles explícitos. Pero no. Los Diarios 1956 - 1985 (Lumen) que mañana llegan a las librerías poco tienen de ello. Lo más escabroso queda para su diario ya conocido, que antes fue Diario de un artista seriamente enfermo -expurgado de sus aspectos más conflictivos- y que más tarde, debidamente revisado y ampliado poco antes de su muerte, apareció póstumo en 1991 como Diario del artista en 1956. En él se mostraba cómo el frenesí erótico de su por fin asumida condición homosexual -tenía 26 años- estalló portentosamente en su visita a Filipinas, islas que visitó en su condición de joven ejecutivo del negocio familiar, la Compañía de Tabacos de Filipinas. Ese diario también se incluye en el volumen debidamente anotado, dialogando con lo diarios posteriores y creando un nuevo efecto lector.
El editor y crítico literario Andreu Jaume, que se ha hecho cargo de esta edición y que además prepara una biografía del poeta, se alegra de que las expectativas más cotillas se hayan venido abajo porque ahora lo que prevalece es el verdadero valor del libro, concebido como una autobiografía intelectual, aunque su intimidad también ocupe un importante lugar en él. Importante promiscuo, ahí están sus aventuras barcelonesas con el escritor afroamericano James Baldwin, por ejemplo, o el filipino Dick Schmitt en una relacion triangular con su pareja de entonces, Luis Marquesán. «Lo importante es su reflexión moral sobre estas relaciones intensas», subraya el editor.
El mismo Gil de Biedma explica así, ya cincuentón, en 1978, el porqué de su pudor otoñal: «Siempre que escucho de labios de alguien que pasó los 30 años el relato de una noche de amor tengo la impresión de que me está contando cómo va de vientre».
Sinfonía en cuatro actos
El libro capta a Jaime Gil en cuatro momentos clave de su vida. El ya conocido de 1956. El llamado Diario de Moralidades, que abarca los años 1959 a 1965 y que sigue en paralelo la composición de ese libro clave que luego se integraría en su poesía completa Las personas del verbo -y que ahora, por cierto, se reedita-. El fechado en 1975, un intento fallido de repetir lo que hizo en 1956, y finalmente un malogrado diario de pocas páginas iniciado en 1985 cuando se inicia la enfermedad que acabaría llevándole a la tumba, el sida.
«El más importante, con diferencia, de los diarios inéditos es el de Moralidades -estima Jaume-. Es ese punto él ya ha averiguado quién es y por tanto lo que le interesa es su camino de indagación poética». Más esquemático que el de 56, en este diario, trastienda de su quehacer poético, el carácter depresivo y autodestructivo del autor va tiñendo de intimidad poco a poco el texto hasta culminar, tras la ruptura con Marquesán, en su ya legendaria quiebra psíquica que le hará abandonar la escritura poética. Las últimas páginas de ese diario son impresionantes: «Podría haberse producido en mí un proceso de desdoblamiento, que me lleva observar el proceso de gradual desmoralización a que estoy sometido y a anticipar el posible desenlace -la desintegración de mi persona-, como un espectador desinteresado. Es algo parecido a ser operado con anestesia parcial».
Ese hundimiento desembocó el que sería su último libro, Poemas póstumos -con los definitorios Contra Jaime Gil de Biedma o No volveré a ser joven-. «No quiso o no pudo contar más -explica Jaume-. Se derrumbó esa identidad que se había construido y se quedó mudo con el peso de su personaje».
Intentona fallida
Tras el derrumbe, en 1978, y enamorado de nuevo, de Josep Madern, intentó escribir, como lo hizo en el 56, un texto, a modo de renacimiento, que le devolviera a la literatura. Pero ese diario solo le sirve para darse cuenta de que ya no es el mismo. «Su renacimiento fue un espejismo. Gracias al diario se puede constatar que sigue teniendo una sensibilidad enormemente bien organizada, que es un escritor muy bueno, inteligente y lúcido pero también que su ambición literaria está muerta». Y lo que es peor, también ahí constata que no quiere seguir viviendo. Esa constatación desemboca en el diario de 1985 el último en el que el relato de su enfermedad, y de sus últimas lecturas -Henry James- se superpone conmovedoramente a todo. Y antes de llegar ahí, una certeza: «Pero ha pasado el tiempo / y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, / es el único argumento de la obra».
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