DIARIO DE UNA NIÑA SIN TELEVISIÓN (4)

La casa de Janina

Verano cuento 4

Verano cuento 4 / periodico

JENN DÍAZ

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Hace unos días vino una niña que no entiendo muy bien si es mi prima, pero me parece que no. Su nombre es casi tan raro como el mío, Janina, y nos echamos juntas la siesta porque ella vive en la casa de enfrente, con la tía Antonia, y como está más cerca que mis primas, la veo más que a ellas, digo que echamos la siesta pero en realidad no dormimos y nos tienen que mandar a callar cada dos por tres. Me parece que es la hija de una nieta de la tía Antonia, pero tampoco lo sé muy bien, lo que pasa es que como todos se conocen y se hablan tan normal, nadie me lo explica y dicen mira, una niña de tu edad, pero no es verdad, tiene dos años más que yo.

Tumbadas en un colchón en el suelo y las persianas bajadas, de esas verdes que se recogen con una cuerda, nos contamos cómo es nuestra vida cuando no estamos en el pueblo, que es la mayoría del tiempo, lo que me gusta es que ella me cuenta y yo le cuento y no hay manera de saber si me dice la verdad, pero yo le estoy diciendo la verdad, y lo que me extraña más es que las dos venimos sin nuestros padres y estamos con nuestros abuelos y bisabuelos, eso suponiendo que no me haya hecho un lío y la tía Antonia no sea en realidad su abuela o bisabuela, que no lo sé.

Mi abuela y yo hemos ido a llamar a mis padres y en la cabina hacía mucho calor, porque se queda cerrada y le va dando el sol y el sol y el sol y cuando entras...; pero mi abuela no quiere dejarlo para más tarde porque dice que allí se hace de noche antes, y que mi padre tiene que trabajar y madruga mucho, y que mejor llamar pronto porque así se pueden ir a dormir cuando quieran. Ya solo falta una semana para que volvamos de las vacaciones y a lo mejor ya no llamamos más por teléfono, porque mis padres no tienen fijo en casa, no quieren no sé por qué, y por una semana, qué más da, llamaremos si pasa algo, pero no va a pasar nada.

En la plaza, bueno, en la tienda que hay en una calle estrecha cerca de la plaza, donde compran cosas todos los niños y yo también, he descubierto un granizado helado de limón que ya no puedo pasar el día si no me compro uno o dos por lo menos cada tarde, es una tarrina y te lo tienes que comer con una cucharita de plástico, de las pequeñas de colores, cuesta un poco pero vale la pena, y mis primas no tienen dinero para comprar, a veces, y las invito, porque mi padre cuando vengo al pueblo me da dinero para que no les tenga que pedir a mis abuelos, pero como mis abuelos me dan de todas formas, y algunos familiares también, siempre vuelvo con dinero que me ha sobrado, y total para que me sobre, invito a mis primas, que al principio les daba un poco de vergüenza aceptar tanto dinero, porque son tres, no una ni dos, sino tres personas a las que invitar, pero a mí me da lo mismo, porque me va a sobrar dinero de todas formas.

Mientras esta tarde nos comíamos nuestro granizado helado, que mi abuela ya me deja ir a la plaza con mis primas y estar un rato sin saber qué hago, me he encontrado al tío José sentado con unos señores que supongo que son sus amigos, y a lo mejor alguno más es tío mío, o de mi padre, pero no lo sé, y le he dicho adiós y me ha dicho adiós con esa sonrisa que es calcada a la de mi abuela cuando sonríe pero poco, sin enseñar los dientes, y mis primas me han dicho, ¿quién es?, y les he dicho, vuestro tío, bueno, el tío de vuestro padre, y no lo sabían, y eso que viven en la misma calle, y que yo cuando vengo al pueblo vivo con él, pero no lo sabían. A lo mejor es porque el tío José sale tan temprano de casa y se va a dormir tan pronto, que no lo ven nunca, pero ya es raro.

Luego por la noche me he reído muchísimo porque la bisabuela se ha quitado la dentadura y la he visto sin dientes y qué risa, porque está muy rara, y se le forman unas líneas en los labios y se le quedan... cómo lo diría, hacia dentro, y se ha quitado el moño, que es una trenza muy larga enrollada, y la he visto con el pelo suelto y me ha dado la risa porque nunca la había visto así y es muy graciosa, además es muy pequeña, como yo de alta, y tiene una joroba y va andando arrastrando los pies.

Lo que más me gusta es que es como yo, y cuando me habla está a mi altura, y eso no me pasa con ningún otro adulto, y mira que conozco a unos cuantos. Cuando vamos juntas a recoger los huevos me pongo detrás de ella para que las gallinas no me vean ni me piquen, y ella dice que no la coja, que la voy a tirar al suelo, y que ya estoy muy mayor, que los niños vamos hacia arriba y los mayores hacia abajo, y eso también lo dice mi abuela, lo dice casi todo el mundo cuando se hace viejo. Antes de que se quitara la dentadura y el moño, ha venido Janina a nuestra casa a despedirse, a decirnos que adiós, que ya nos veremos otro año, aunque algunas cosas no las decía ella, sino mi abuela, que decía, ya nos veremos otro año, ¿verdad?, y ella decía que sí, y yo decía que sí, y era como si mi abuela hablara sola pero a través de nosotras.