EL REGRESO A CASA DEL MÚSICO CATALÁN
Desde la distancia
El saxofonista Albert Cirera presenta el sábado un proyecto junto a músicos de Lisboa en el festival de Jazz de Vic, que arranca hoy
Hace casi dos años Albert Cirera vendió uno de sus saxos. Entre lo que sacó por él y algunos ahorros juntó lo suficiente para irse de Barcelona. «Lo hice en parte por conocer otros lugares y en parte porque con el tiempo en tu ciudad te hacen un traje y marcharse a otro lugar es una buena solución para quitárselo y sentirse libre otra vez».El traje de Albert Cirera era el de saxofonista de alto voltaje, improvisador, músico de jazz, mitad del dúo Duot y agitador de la escena de las músicas creativas de la ciudad. Cirera dudaba entre dos destinos, Lisboa y Berlín. Eligió la capital portuguesa, una ciudad en la que no había estado nunca pero que conocía de oídas por amigos y por los discos de música improvisada que publica una pequeña discográfica. En Portugal encontró una ciudad más relajada y con una escena musical mucho más fragmentada que la de Barcelona. «Aquí hay muchas capillitas, no se hacen entre ellos», dice por teléfono desde Lisboa. «Pero quizás porque soy de fuera tengo la surte de poder tocar con todo el mundo: músicos de jazz, de free, de lo que ellos llaman 'casi silencio'... Es divertido. ¡Incluso he llegado a presentar a músicos portugueses que no se conocían entre ellos!». Su devenir como músico en Lisboa lo documenta, en parte, a través de discos a dúo que publica un pequeño sello de Barcelona, Discordian. El primer volumen de sus 'Cròniques' es una grabación con otro saxofonista. El próximo será con un veterano violinista portugués y luego vendrá otro con un violoncelista alemán. «Tocar a dúo es el mejor modo de conocer a alguien», afirma.
Tendiendo puentes
Si en Lisboa Cirera toca con unos y con otros tiene que ver con su condición de extranjero pero también con su carácter. Está acostumbrado a tender puentes entre músicos de distintas tradiciones. Durante tres años, con su compañero en Duot, el batería Ramon Prats, trabajó para que el pequeño Robadors 23, un local en el corazón del Raval de Barcelona, se convirtiera en punto de encuentro de las músicas improvisadas. Con la distancia aprecia mejor los méritos de la escena creativa de la capital catalana. «Quizás en Barcelona la gracia es que en nuestra generación nos hemos mezclado mucho los unos con los otros». Vivir lejos también le ayuda a tomar conciencia de la auténtica dimensión de lo que ha dejado atrás. «Dentro de la historia de la música de Barcelona, Robadors 23 tiene un lugar clave. Pero por otro lado, te das cuenta de que fuera no lo conoce nadie».
A quien sí conocen en Portugal es al pianista Agustí Fernández, «el pare Agustí», como le llama Cirera. Fue su maestro cuando era alumno de la Escola Superior de Música de Catalunya y es su invitado en el concierto que dará el sábado con el Albert Cirera Lisbon Trio (21.00 horas, Jazz Cava). «A Agustí le conoce todo el mundo. Y le tienen un respeto enorme». El grupo lo completan un batería y un contrabajista portugueses, músicos de una intensidad, dice Cirera, fuera de lo común. Ese es, para el saxofonista, el mayor activo de su música. «Cuando alguien se te acerca tras un concierto y te dice que ha sentido eso o lo otro, o que le has transportado a otro lugar, piensas que vale la pena. Esta música tiene esencia de ritual, permite conexiones intensas entre la gente».
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