UN PANAL DE CREACIÓN DENTRO DEL FESTIVAL
Del escaparate al laboratorio
Heredera natural de SonarMática, la nueva sección Sónar+D aspira a construir un espacio vivo en el que no solo se muestren ideas sino que también se generen
Mientras el Sónar ha ido creciendo y cambiando de espacios (del Apolo al Poble Espanyol, del Pavelló de la Mar Bella a Fira-2 y, ahora, del CCCB al recinto ferial de Montjuïc), una evolución más sigilosa se ha ido gestando en su interior. En la primera década del Sónar, los conciertos y disyoqueis tenían en SonarMática un contrapunto disciplinario que acogía propuestas multimedios y piezas más cercanas a las artes plásticas. Pero si la música ha cambiado mucho en 20 años, el arte multimedios aún ha evolucionado más y poco a poco dejó de tener sentido un espacio estrictamente expositivo; un efímero museo de últimos inventos.
El Sónar+D hereda varias líneas del viejo SonarMática. Seguirá habiendo conferencias (a destacar las de Derrick May, Matthew Herbert y Dinos Chapman), presentaciones de últimos modelos de las marcas punteras del sector (algunas de ellas en colaboración con músicos como Beardyman) y propuestas interactivas de muy distintas dimensiones: las apps son interactivas por definición y en el Sónar+D las hay por decenas, pero también la pieza de Robert Sakrowski permitirá al público dialogar con un videoclip de Skrillex y Labyrinthitis, la instalación sonora que Jacob Kirkegaard presenta en Cosmocaixa demanda de la participación del espectador. Quizás la propuesta más puramente expositiva y museística sea la monumental reinterpretación de El pensador de Rodin a cargo del italiano Quayola que ocupa estos días la sala oval del MNAC.
Por otra parte, el Sónar+D también acoge talleres (en uno se construirá un modelo de sintetizador que conmemorará el 20º aniversario del festival) y asume la responsabilidad de potenciar el diálogo entre investigadores de tecnología y artistas sonoros. Un ejemplo es el concierto en el que el dúo Za! usará un sintetizador creado por el Grupo de Tecnología Musical de la Universitat Pompeu Fabra y cuya particularidad es que recibe órdenes mediante la voz.
El Sónar ya no se conforma con ser receptáculo y escaparate de los creadores: aspira a ser panal de creación en tiempo real. La muestra más evidente es el encuentro de hackers que este año celebra la tercera edición y cuyos participantes trabajarán a destajo 24 horas; esta vez, en proyectos vinculados con la neurociencia. Lo que nazca ahí no se verá en el Sónar, sino en un futuro no muy lejano.
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