ARQUEOLOGÍA

Los decapitados de Ullastret

Los habitantes de la ciudadela íbera clavaban en los muros las cabezas de los enemigos derrotados

Reconstrucción facial.

Reconstrucción facial.

FERRAN COSCULLUELA / GIRONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En la época en la que el general Aníbal cruzó los Pirineos para enfrentarse a los romanos, en un pequeño poblado íbero situado en la localidad que hoy conocemos como Ullastret (Baix Empordà) también se entablaban fieros combates. En una de las luchas, un joven que no superaba los 18 años resultó herido y cuando falleció, o un segundo antes de que exhalara el último aliento, fue decapitado. Su cabeza se expuso por los vencedores en una de las calles principales de la población, sujetada a la pared mediante un enorme clavo.

Casi 2.300 años después, el macabro trofeo de guerra fue encontrado por un equpio de arqueólogos que procedió a su investigación. El cráneo también fue sometido a un proceso de reconstrucción facial, mediante imágenes 3D, realizado por el laboatorio Visualforensic. Una especie de resurrección digital de aquel joven guerrero que vivió y murió en el siglo III ad C  y que puede verse hasta el 31 de mayo en la exposición Las cabezas cortadas de Ullastret. Violencia y ritual en el mundo íbero.

«La decapitación y la exhibición de los cráneos a modo de trofeo nos parece una práctica salvaje e inhumana, pero si reflexionamos un poco nos daremos cuenta de que no hemos cambiado tanto», comenta Gabriel de Prado, director del yacimiento arqueológico. Las dos primeras cabezas halladas en Ullastret con signos de haber sido clavadas se encontraron en 1969, pero ninguna de ellas estaba tan bien conservada como los tres cráneos que se desenterraron en el 2012, dos de ellos con clavo incluido. Una de esas cabezas es la que mejor se conserva en toda Europa de estas características.

«Los íberos no enterraban a sus muertos, sino que los incineraban. Por eso es muy difícil hallar restos que nos permitan saber cómo eran, de qué morían o cuál era su dieta. La única referencia que tenemos son los cráneos procedentes de rituales de decapitación, porque esas cabezas también eran de íberos», explica De Prado. Tras estudiar los restos de los cinco cráneos localizados desde 1969, han determinado que cuatro de ellos eran hombres. Todos tenían heridas de guerra a las que habían conseguido sobrevivir, lo que confirma que la violencia era el pan de cada día en aquella época.

SIN DIFERENCIAS /Su aspecto, sin embargo, no parece ser muy distinto del nuestro y, si pasearan por la calle con ropas actuales, nadie los podría diferenciar. «Además de los cráneos y armas hallados, en la exposición se pasa un vídeo en el que se muestra el proceso de reconstrucción facial. Es la primera vez que se hace con un íbero y el resultado es muy espectacular, porque es como mirar a la cara a una persona que vivió hace 2.300 años», añade el arqueólogo.

También han descubierto que las cabezas no se clavaban de cualquier forma, sino que el ritual requería de una técnica depurada para no reventar las cabezas. Primero eliminaban las partes blandas con la extracción del cuero cabelludo y, antes de clavar el clavo, tenían que rebajar una pequeña área del hueso cuando aún estaba fresco, cortándolo o perforándolo. Un ritual que tiene una gran influencia de la cultura celta, ya que para ellos también era un símbolo de poder con el que se pretendían ahuyentar a los enemigos.