ENTREVISTA CON EL Director de 'El misterio de la felicidad'

Daniel Burman: "No voy al cine a torturarme"

El director argentino Daniel Burman, en Barcelona.

El director argentino Daniel Burman, en Barcelona.

IMMA FERNÁNDEZ
BARCELONA

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El reconocido director argentino de El abrazo partido estrenó el viernes su última película, El misterio de la felicidad, un filme en el que relata la historia de dos amigos que son inseparables hasta que un día uno desaparece para perseguir un sueño.

-¿Existe la felicidad?

-Lo que existe es la búsqueda de la felicidad. Como dice Lacan, el deseo se defiende de ser consumado, si lo tocas se muere. La felicidad está muchas veces fuera de nuestro confort y tiene sus riesgos. Vivimos entre el deseo de tener ciertas certidumbres y la felicidad.

-Las rutinas están siempre presentes en sus películas. ¿Es usted como Santiago, el protagonista, un tipo feliz con sus rutinas?

-Sí, soy muy Santiago. La rutina nos salva. Si tomáramos conciencia de la incertidumbre que nos rodea, la vida sería insoportable. No sabemos qué nos puede pasar dentro de una hora. Las rutinas son como las manijas donde agarramos la vida. Quería también plasmar la idea de los pactos. Vivimos más atados a los pactos, las reglas, que a los sentimientos.

-Eugenio, el otro protagonista, rompe los pactos, y lo deja todo tras un sueño. ¿Lo aprueba?

-No, no planteo el vivir en Sodoma y Gomorra, seguir tus impulsos, un eslogan de gaseosa, porque uno tiene que ser responsable con las consecuencias. Citando a Martín Fierro: «He llegado muy lejos con el caballo pero he dejado mucha mierda en el camino». Yo entiendo a Eugenio pero no lo apruebo. Uno actúa en función de las herramientas que le ha dado su entorno, y hay que tener piedad y no juzgar a las personas que tienen un mayor grado de analfabetismo emocional.

-¿Nunca pensó en dejarlo todo?

-Más de una vez, pero ahora tengo tres hijos. Los hombres, eso sí, tenemos una necesidad de escape permanente: Lo de 'voy a comprar cigarrillos'.

-Retrata la amistad íntima entre dos hombres, aunque algunos perciben algo más. ¿Lo hay? 

-Es solo amistad. Hay un homoerotismo en el vínculo, pero no en una dirección sexual, sino en el placer de ir juntos al hipódromo, a desayunar... Lacan decía algo provocador: «Los burdeles son el lugar donde un hombre va a encontrarse con otro en el agujero de una mujer». Lo interesante es que los hombres crean unos vínculos basados en los sobreentendidos. Dos o tres amigos pueden estar en un bar leyendo el diario sin decir palabra; si sucede con señoras la lectura es diferente: «¿Qué te pasa que no hablas?».

-¿Qué rutinas le gustan?

-Llevar a mis hijos a la escuela, tomar helado de chocolate y limón, doblarme las camisas... Y cuando era pequeño los domingos tenía una rutina que me hacía muy feliz. Mi madre me llevaba a recorrer librerías y comprar un alfajor. Entonces solo los hacían en un negocio y el plan era caminar las 15 cuadras hasta allí, en la avenida Corrientes: al ir miraba los libros y al volver elegía uno mientras me comía el dulce. Si no, enloquecía. Ahora ya hacen alfajores en muchos sitios y siento que han traicionado mi pasado. La vida está en las pequeñas cosas.

-Dice que los héroes históricos solían ser malos padres y esposos.

-Es que uno se va a conquistar Constantinopla y deja a su familia. Yo me pregunto si está bien que un activista vaya a salvar a una ballena y abandone a su pequeño seis meses. Quizá es más fácil salvar la ballena que responder a tu hijo de 4 años ciertas preguntas. Para mí hay un mandamiento cero: serás buen padre. Si todos lo hiciéramos el mundo sería radicalmente distinto. La tarea pendiente y más difícil es ser buen padre.

-Está coproduciendo la nueva película de Cesc Gay, Truman.

-Es uno de los guiones más bellos que he leído. Empezaremos a rodarla en octubre en Barcelona con Ricardo Darín y Javier Cámara. Y en enero empezaré El rey del Once, sobre una fundación de beneficencia. Quien la maneja puede salvar a todos menos a su hijo. Me planteo: ¿es lícito elegir en la vida a quién ayudar o tenemos que ayudar a quien debemos? Es más fácil estar media hora con una ancianita que escuchar a nuestra madre.

-¿Por qué sus finales son siempre esperanzadores?

-Me parece inadmisible que una película acabe mal. Como espectador me interesa si al salir de la sala vuelve la luz y me siento mejor. Un final oscuro me genera odio, ya está la vida llena de oscuridad. Yo no voy al cine a torturarme. Recuerdo hace tiempo me dijeron de ir a una película muy buena sobre un hombre atrapado en las rocas que se tiene que cortar un brazo [127 horas, de Danny Boyle]. Y me dijeron: «Tranquilo, que termina bien». ¡Pero cómo puede terminar bien si se corta el brazo!