Un culturista del cine

Alejandro González Iñárritu coincibió 'Birdman' para camelar a la Academia

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NANDO SALVÀ

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A lo largo de los años, Alejandro González Iñárritu ha usado su cine igual que un culturista usa su cuerpo. Sus películas son una exhibición de musculatura, un muestrario del tipo de alardes técnicos, temáticos y narrativos habitualmente diseñados para generar la admiración y el reconocimiento tanto del público como de quienes reparten premios. Por eso, y teniendo en cuenta que sus cuatro películas previas pasaron sin pena ni gloria por el circo de los Oscar, es tentador suponer que el mexicano concibió Birdman para camelarse a la Academia. Y existen motivos razonables para hacerlo.

Como la historia de los Oscar demuestra -el triunfo de Matthew McConaughey el año pasado es un buen ejemplo-, a Hollywood le encanta premiar a los artistas capaces de resurgir y reinventarse. Birdman incluye no una sino dos de esas narrativas de redención. La más vistosa, claro, es la de su protagonista. Michael Keaton, un actor que logró el estrellato interpretando a un superhéroe llamado Batman, interpreta aquí a alguien sospechosamente parecido a sí mismo y, en el proceso, vuelve a posicionarse como alguien a quien tener en cuenta en Hollywood.

Pero Iñárritu también presentó Birdman a la Academia a modo de prueba de su renacer artístico. De entrada, oficialmente no es la quinta película de Alejandro González Iñárritu sino la primera de Alejandro G. Iñárritu, pero la transformación va mucho más allá de una mera abreviatura en los títulos de crédito. Es como si con ella el director hubiera carraspeado para aclararse la garganta y esputar viejos hábitos. Por supuesto, que Birdman transcurra enteramente en un único plano secuencia -falso, eso sí- es todo un cambio para un cineasta que se dio a conocer fragmentando sus historias en piezas desordenadas con el fin de maximizar el impacto dramático. Pero no es el más importante.

Muerte y tragedia

En Amores perros (2000), 21 gramos (2003), Babel (2006) y Amores perros21 gramosBabelBiutifulA través de sus moralistas descripciones de la muerte y la tragedia no solo aspiraba a conmovernos, más bien parecía querer aplastarnos el corazón. Es fácil imaginarlo en los rodajes de esas películas gritando, «¡Dadme más dolor! ¡Me encanta!». Y ahora, tras todas esas películas cargadas de ínfulas, ha hecho una que deliberadamente admite dos etiquetas generalmente asociadas a la poca calidad artística. Birdman, después de todo, puede ser considerada cine de superhéroes, y también una comedia.Birdman

Por supuesto, en realidad no es ni lo uno ni lo otro. Es una película que se toma a sí misma muy en serio, y que posee muchas de las señas de identidad de su autor. Al fin y al cabo, es una fábula casi religiosa sobre un hombre obsesionado por el pasado y enfrentado a una profunda crisis existencial en el presente. En términos estructurales y morales, de hecho, cuenta casi exactamente la misma historia que Biutiful. La diferencia es que cuando entonces Javier Bardem aparecía por la pantalla en calzoncillos no era para hacernos reír, y cuando ahora lo hace Keaton sí.

Puede, pues, que Birdman no encarne la transformación artística que Iñárritu nos vende. Pero da igual, porque posee otra característica que últimamente ha demostrado ser irresistible para la Academia: es cine que habla del cine como lo son Argo (2012) y Argo TheArtisttambién ganadoras del Oscar a la mejor película. Porque a los que mandan en Hollywood le encanta hurgarse el ombligo. Y, disfrazada de crítica el ego de los actores y la obsesión de los estudios por los blockbustersBirdman no es sino un homenaje a todos esos locos maravillosos que se dedican a esto.