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Cuba en miniatura Regreso a Ítaca

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Fiel al compromiso con el realismo social mostrado desde Recursos humanos (1999) -y retomando de su obra más aclamada, La clase (2008), la cámara en mano y los diálogos incesantes-, Laurent Cantet retrata aquí a cinco cubanos de mediana edad, huérfanos de la Revolución, que se reúnen en una azotea con vistas al habanero Malecón para comer, beber, fumar, cantar, bailar y, sobre todo, intercambiar recuerdos, sueños rotos de juventud, reproches y confesiones que ejercen de lecciones de historia social y radiografía del fracaso del régimen castrista.

El director francés recurre con frecuencia a panorámicas de La Habana y primeros planos de sus personajes con el fin de neutralizar la naturaleza teatral de su premisa. No siempre lo logra, pero lo que sabotea el impacto emocional de Regreso a Ítaca es otra cosa: se trata de una película sobreescrita, excesivamente preocupada por funcionar a modo de retrato general de la sociedad cubana embutido de referencias a su música, su literatura y sus supersticiones.

Asimismo, pese a que trata a sus protagonistas con pasión y ternura, Cantet parece menos interesado en explorar sus personalidades que en usarlos como meros recipientes de ideología y filosofía política. Cierto que esas cosas son esenciales para explicar quiénes son, pero su modo sucinto de verbalizar la agenda política y social del filme resulta sospechoso. Al final, Cantet no puede esconder su condición de turista superado por la complejidad de las vidas y circunstancias que observa. N. S.

Laurent Cantet