CRÓNICA
Magistral 'Winterreise' con Padmore y Lewis
El tenor y el pianista cierran con éxito en el Palau su introspectivo viaje por los ciclos de lied de Schubert
César López Rosell
Periodista
CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA
Era el final de la inmersión por los ciclos liederisticos de Franz Schubert que han ido desgranando durante tres temporadas en Palau 100. Una proeza del tenor británico Mark Padmore, inolvidable Evangelista en las Pasiones de Bach, y su compatriota, el extraordinario pianista Paul Lewis. Dos grandes artistas que exhibieron una compenetración sin fisuras para transmitir hasta la última nota toda la estremecedora emoción del ‘Winterreise’ (Viaje de invierno), obra cumbre del género creada en el último año de vida del compositor a partir de 24 poemas de Wilheim Müller. Hasta cinco veces tuvieron que salir a saludar los protagonistas de la velada para corresponder a las aclamaciones de un público enfervorizado.
No era para menos. La aportación de Padmore y Lewis al legado de estas colecciones, cuya interpretación se inició en el 2015 con ‘La bella molinera’ y siguió en el 2016 con ‘El canto del cisne’, pasará como una de las más completas del género por la homogeneidad de la línea interpretativa, servida con una elegante expresividad que no necesita recurrir a exagerados artificios gestuales para sacar de lo más profundo del interior los heladores y sombríos sentimientos que abriga el protagonista durante su viaje en solitario -solamente se cruzará en el camino con un organillero- por un gélido paisaje de invierno después de haber sido rechazado por su amada.
ARTE DESPLEGADO CON ABRUMADORA BELLEZA
El cantante sabe explotar al máximo, aprovechando sus recursos técnicos y su musicalidad, los cambios de tonalidad que marcan los momentos de su melancólico estado de ánimo, a pesar de no utilizar demasiadas variantes de color y de no poder apoyarse en la solidez del registro grave más propio de un barítono. Padmore hace simplemente suyo este repertorio con un ejercicio de profunda introspección y de poco sirve establecer comparaciones con las impecables lecturas de Mathias Goerne o Jonas Kauffmann, que imponen también su propio discurso. El artista no desfallece ni un momento en el ritmo recreativo, modulando las reflexiones de su tránsito redentor, y lo que le llega al cómplice espectador es la intensa naturalidad de esas desoladoras emociones que salen de lo más profundo del alma. Puro arte desplegado con sencillez y abrumadora belleza.
Desde el inicial y extenso ‘Gute Nacht’, que anuncia la tristeza y aislamiento que marcarán el viaje del caminante, hasta el final con ‘Der leiermann’, pasando por la popular ‘Der lidenbaum’ y su pensamientos alrededor del tilo, el descriptivo ‘Frühlingstraum’ (Sueño de primavera) o el lúgubre deseo de encontrar reposo en el cementerio expresado en ‘Das wirtshaus’ se puso en evidencia la impactante fusión de los dos intérpretes con el poemario. Un cierre de lujo para un memorable ciclo liederístico.
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