CRÓNICA DE TEATRO

'Un obús al cor', explosivo artefacto emocional

Ernest Villegas conmueve en la Biblioteca con el monólogo de Wajdi Wouwad muy bien dirigido por Oriol Broggi y Ferran Utzet

Ernest Villegas, en 'Un obús al cor'.

Ernest Villegas, en 'Un obús al cor'. / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

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Un hombre recibe una llamada al móvil: “Ven deprisa, tú madre se está muriendo”. Wahab, el protagonista de ‘Un obús al cor’ del referencial Wadji Mouawad, se pone en marcha y con él todo el fascinante mecanismo teatral de la ambientación de este monólogo, fruto de la adaptación de la parte final de  la primera novela del autor, ‘Visage retrouvé’ (2002). Ernest Villegas, que se ha dejado hasta las pestañas en su inmersión en lo más profundo del alma del personaje, confirma su gran categoría de intérprete al asumir el reto en solitario del viaje iniciático, épico e íntimo del joven que se enfrenta a la búsqueda de su verdadera identidad a partir de los acontecimientos que le toca vivir.

El sello de  la dirección compartida de Oriol Broggi y Ferran Utzet en el tratamiento dramatúrgico de este esencialista Mouawad brilla desde el inicio de la representación en la arena de la Biblioteca. Después de montajes del autor de tanto éxito como  ‘Incendis’ y ‘Cels’, obras de la tetralogía ‘La sangre de las promesas’ que se completa con ‘Litoral’ y ‘Boscos’ (esta última de próxima programación), la producción no hace otra cosa que confirmar que las constantes vitales de la literatura del canadiense-libanés ya estaban en esta obra.

IRRESISTIBLE BELLEZA POÉTICA

La  emigración, los efectos de la guerra, el exilio, las relaciones con los padres y la reiteración de las conductas del hombre que no aprende de los errores aparecen nítidos en este artefacto emocional. El trabajo de Villegas respira una gran verdad escénica. Durante 80 minutos el público contiene el aliento impresionado por el dolor que transmite el protagonista al recrear un texto de irresistible belleza poética y administrar con inteligencia los silencios. El actor modula, con una dicción perfecta y un notable catálogo de gestos, el sentimiento de angustia que siente durante su viaje en el autobús que le llevará al hospital donde está internada su progenitora.

En el camino hasta el lecho de la agonizante toda la vida de Mahab pasa por delante de su mente, incluido el pasaje de la explosión de un autobús en un acto terrorista. Fantasmas y sentimientos de culpa desfilan durante esas horas. En la calle hace frío, mucho frío. Las imágenes de nieve proyectadas, junto a otras alusivas al relato, en la pantalla del fondo contribuyen a reforzar el clima de tempestad interior del personaje, alter ego del escritor. La magnífica iluminación de Quim Blancafort y elementos tan simples como una silla, una gabardina, unos pantalones, unas botas y una tela colgada bastan para que el protagonista encuentre el respaldo que necesita para desarrollar y expresar los su intensos estados de ánimo en este recomendable montaje.

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