Passenger, la estrella perpleja
El británico Michael David Rosenberg creó un clima confidente en Cap Roig con su repertorio folk-pop y sus recuerdos como cantautor callejero
Jordi Bianciotto
Periodista
JORDI BIANCIOTTO / CALELLA DE PALAFRUGELL
Michael David Rosenberg sigue sin salir de su asombro: no hace muchos años actuaba en pequeños clubs o incluso en plena calle y ahora sale al escenario y se encuentra con audiencias de 2.000 personas expectantes, como este sábado en Cap Roig. "No sabéis lo que esto significa para mí, es un sueño hecho realidad", iba diciendo entre canción y canción, mientras brindaba esa voz tan especial, un poco nasal, que transmite vulnerabilidad y emoción, a su repertorio basculante entre la narrativa folk y la melodía pop.
Su canto propicio a la confesión, encaminado a reconfortar, fue un poco más allá del concierto, de la sucesión de canciones, para entrar en el terreno del 'storytelling'. A Rosenberg le gusta crear atmósferas de confianza y explicar de dónde viene y el porqué de sus composiciones. Con pinceladas de ironía: "Mi vida era muy diferente hasta que compuse mi única canción famosa", bromeó en alusión a 'Let her go' (1.500 millones de visionados en You Tube). Y elogios al marco de Cap Roig, festival que tiene a la Fundació Bancària La Caixa como principal patrocinador. "El sitio más bonito donde hemos tocado".
CANTAUTOR CON BANDA
Rosenberg fue el trovador de guitarra acústica que reflexiona sobre el último cigarrillo de un enfermo de cáncer de pulmón ('Riding to New York') y el líder de una banda, eso es también Passenger, escorada hacia la música americana con raíces ('Beautiful birds', con el toque sureño del 'pedal steel'). Un cuarteto con el que cultivó el clima envolvente y elaborado en piezas como 'Young as the morning, old as the sea'.
No esconde sus influencias (hace poco ha publicado una 'playlist', 'Sunday night sessions', con sus favoritas de los Eagles, Bill Withers, Bowie...) y en Cap Roig insinuó el influjo de Paul Simon en la 'afro' 'Anywhere' y, por si quedaba alguna duda, en la versión, de trazo melódico libre, de 'The sound of silence'. No fue la única: en el tramo final adaptó con facilidad a su estilo 'Fast car', de Tracy Chapman.
A esa altura del recital faltaba “la canción”, ‘Let her go’, que desplegó por fin su melancólica reflexión sobre cómo nos damos cuenta del valor de las cosas (y de las personas) cuando ya las hemos perdido. Momento de empatía colectiva sacudido luego por un ‘Scare away the dark’ cuyo estribillo el público siguió cantando después de que Rosenberg diera por terminado el concierto. Cuando regresó, Cap Roig seguía entonándolo, dándole impulso para las últimas cartas de la noche, ‘Table for one’ y ‘Holes’, y alimentando, un poco más si cabe, ese permanente estado de perplejidad.
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