CRÓNICA

Norah Jones, las fuentes de América en Cap Roig

La cantante neoyorquina recorrió su historial, recalando en su última obra, 'Day breaks', a través del country y el blues en el Festival de Cap Roig

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JORDI BIANCIOTTO / CALELLA DE PALAFRUGELL

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Música americana con hondas raíces, atmosferas tenues y una voz que canta con delicadeza a las zonas de sombra del corazón: Norah Jones pasó este sábado por Cap Roig para decirnos que, tras sus excursiones a territorios pop, ha vuelto a la madre de todas sus influencias, a ese cruce de caminos de country y blues, sobre suaves andamios de rock clásico y con ligeras inflexiones jazzísticas, que envuelve su último disco, 'Day breaks'.

Jones, hija del fallecido sitarista Ravi Shankar, comenzó a pasear este trabajo el pasado otoño en una gira que esquivó los escenarios catalanes y que ha reanudado este verano con la misma compañía que entonces, los miembros de The Candles. El grupo neoyorquino, encabezado por Josh Lattanzi, abrió con un pase acústico de aromáticas líneas tradicionales y armonías vocales, heredero de la narrativa 'singer-songwritter' y asentado en su nuevo disco, el tercero, 'Matter + spirit'.

Lattanzi cambió luego la guitarra por el contrabajo y, con sus compañeros, procedió a arropar a la estrella de la noche, que situó el punto de anclaje en el country en la primera canción, 'The long way home'.

Inspiración canónica

En 'Day breaks', Norah Jones usa más el piano que la guitarra y marca distancias con el acercamiento al pop de su obra anterior, 'Little broken hearts', tendencia que acentuó en su hora y media de actuación. Convendría dejar claro que haber grabado sus discos en Blue Note no la convierte en una cantante de jazz: si su concierto se acercó a alguna categoría sería la de un sonido Americana bastante canónico, iluminado por el influjo del Dylan setentero o Neil Young, a quien citó en un terso 'Don't be denied'. Piano doblado a veces por un órgano digno de Garth Hudson, de The Band, un 'pedal steel' que iba y venía y nocturnas cadencias de espíritu bluesístico en piezas como 'Carry on' (una de las pocas citas, cuatro en total, a 'Day breaks') o la rescatada 'The long day is over'.

Muy metida en su mundo, sin apenas dirigirse al público, Norah Jones quiso que sus canciones de cocción paciente, con climas sustanciosos ('All a dream'), matizados impulsos pop ('Chasing pirates') y oscuridades rítmicas ('Sinkin' soon', cerca de Tom Waits) hablasen por ella en un recorrido rico en sedimentos aunque algo lineal en su temperamento vocal. Concierto coronado con 'Ripple', versión de otro clásico, The Grateful Dead, y su pieza fetiche 'Come away with me', reafirmándose en la sutileza con la que todo empezó.