LA GRAN CITA DEL HEAVY

Quema de naves en Can Zam

Twisted Sister sació a sus fans en el Rock Fest Barcelona y aseguró que su despedida va en serio, "y no como las de Kiss, Judas Priest, Scorpions y Ozzy"

Twisted Sister en el rock fest

Twisted Sister en el rock fest / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Aunque Iron Maiden fue, el sábado, el grupo que atrajo más público en el Rock Fest Festival, hay que ver cómo seguía de lleno el parque de Can Zam cuando el domingo a medianoche salió Twisted Sister precedido por unas imágenes retrospectivas, un poco melancólicas, y la leyenda ‘Forty and fuck it (1976-2016)’, lema de su gira de aniversario. El público metálico, esas más de 60.000 personas que desfilaron por el recinto durante tres días, no es de los que dejan perderse a un clásico así como así, y menos cuando se trata de un concierto de despedida.

Sí, la banda originaria de Nueva Jersey, que en los 80 vio cómo su metal con raíces glam se convertía en tendencia, nos dijo adiós y lo hizo con un concierto fiel a lo que siempre ha significado, con ‘riffs’ airados, estribillos con un punto troglodita y factor espectáculo a cargo de su ‘frontman’, Dee Snider. Que celebró haber actuado en el Rock Fest “tres años seguidos” mientras rendía cuenta de sus hitos: ‘What you don’t know (Sure can hurt you)’, ‘The kids are back’, un ‘Burn in hell’ entre llamaradas, la machacona ‘Destroyer’.

POMPAS FÚNEBRES

El mensaje de ‘You can’t stop rock’n’roll’ sonó un poco menos lapidario que de costumbre dada la retahila de bajas de los últimos tiempos en el rock y el metal, ya sea por suspensión de actividades o por defunción. Snider dedicó ‘The price’ a los caídos en los últimos tiempos, y no solo a Bowie y Prince sino también al batería de la banda, A. J. Pero, a Jimmy Bain (Rainbow) y a Lemmy Kilmister (Motörhead).

La del domingo fue una jornada rica en percusionistas de relumbrón: si con Thin Lizzy tocó Scott Travis (Judas Priest) y Whitesnake lució a Tommy Aldridge, Twisted Sister contó con Mick Portnoy (Dream Theater). Antes de marchar, previo asalto a los himnos ‘We’re not gonna take it’ y ‘I want to rock’, Snider advirtió que su despedida iba en serio, “y no como las de Kiss, Judas Priest, Scorpions, Ozzy...”, que siguen en la carretera “para vender más camisetas”.

Slayer, cierre del festival, no se va por ahora: tiene un disco lanzado el pasado otoño, ‘Repentless’, que mostró en una revisión condensada del repertorio que ofreció entonces en Razzmatazz. Grupo de guión rígido, exhibió su fuego cruzado de guitarras (Kerry King, mandando más que el aún novel Gary Holt) con un irónico Tom Araya, que presentó ‘Dead skin mask’, inspirada en el sádico asesino Ed Gein, como “una canción de amor”. Las abrasivas ‘Raining blood’, ‘Black magic’ y ‘Angel of death’ dejaron un Can Zam felizmente calcinado. Hasta el año que viene.