CRÓNICA

Gertrudis, una verbena amable

El grupo de La Garriga mostró en Apolo su disco de regreso, 'Ara volo alt', con invitados como Joan Miquel Oliver, Guillem Solé (Búhos) y Adrià Salas (La Pegatina)

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Jordi Bianciotto

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Cuando Gertrudis regresó, tras un parón de tres años, bien podría haberse encontrado con que la escena, muy cambiada, le reservaba poco más que un bonito lugar en un rincón agitando las maracas. Pero no ha sido así: no ha habido tiempo para el olvido ni para la nostalgia, y el grupo de La Garriga ha recuperado su plaza valiéndose de un repertorio que ha seguido corriendo de boca a oreja y de las canciones frescas de 'Ara volo alt', su disco de regreso.

Y así, Gertrudis se sintió con fuerzas para compartir una fiesta con sus seguidores, este viernes en Apolo (Festival del Mil·lenni), en la que presentar por fin en Barcelona ese último disco. Sala con entradas agotadas y el grupo, rodado y crecido para mostrarse en toda su plenitud. Gertrudis se valió en su día de la rumba para proponer un estilo de vida desenfadado y un poco 'kitsch', una costumbrista 'política de verbena', decían, alimentada por sueños de barrio, donde el violinista, Edu Acedo, evocaba la Europa oriental sin haber estado nunca allí, y el cantante, Xavi Ciurans, tenía aspecto de chico normal pero un poco excéntrico. Todo eso sigue ahí en ese Gertrudis más maduro e igual de descarado, encabezado por un Ciurans que, mirando la sala, se sorprendió porque "después de 17 años aún haya gente".

Juego de complicidades

La receta mestizo-verbenera de Gertrudis es amable y mantiene a raya el efectismo pachanguero más invasivo; tira de ritmos bailables pero no parece tan encaminada a imponer momentos de euforia colectiva forzosa como a establecer con el público un juego de complicidades. Sus canciones poseen cierto código melódico pop, como en ese 'Aire', del nuevo disco, que abrió la noche, si bien miran con frecuencia a Jamaica. Pero, más allá del repertorio, el grupo construyó todo un estado anímico a golpe de gag escénico simpático, de versión irónica (¡MC Hammer!) y de gesto del muy 'showman' Ciurans.

Guillem Solé (Búhos) sumó su voz a la 'skatalítica' 'Tot el que vaig patir', y Joan Miquel Oliver trajo consigo una canción propia, 'Dins un avió de paper', que cantó Xavi Freire y que encajó con el lado más sutil de Gertrudis. El violín fue protagonista cuando aparecieron Vassil Lambrinov (Blaumut), Roser Loscos (Las Migas) y Aniol Nebot (Hora del Joglar) a juguetear con clásicos populares como la 'Marcha Radetzky', de Johann Strauss. Edu Acedo citó en otro momento la 'Danza húngara nº 5', de Brahms, y coló un 'medley' en el que 'Els segadors', cantado sentidamente por el público, condujo a la banda sonora de 'Titanic', y cuya lectura subliminal dejaremos para otra ocasión.

Latinidad explosiva en 'Oye', un poco de melancolía en 'Tan lluny de tu', y más violines, hasta ocho, los de la Orquestra Vozes, en la solemne 'Que bé que s’hi està'. Las chicas de Roba Estesa se apropiaron de 'L’últim ball' y Adrià Salas, de La Pegatina, se sumó a la canción fetiche de Gertrudis, 'Samarreta', entre acordes calientes de guitarras en ventilador, recordando cómo empezó todo en la singladura de este grupo distinto, exponente de una verbena sin pompa.