CRÓNICA TEATRAL

'Dansa de mort': demoledor retrato del infierno matrimonial

La obra de Strindberg sacude a la Muntaner con Lluís Soler, Mercè Arànega y Carles Martínez como triunfales protagonistas

Mercè Arànega y Lluís Soler, en 'Dansa de mort'.

Mercè Arànega y Lluís Soler, en 'Dansa de mort'. / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

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Tan claustrofobica como demoledora. ‘Dansa de mort’, de August Strindberg, es una pieza negrísima sobre el matrimonio muy poco representada en los teatros catalanes. Jordi Casanovas la ha adaptado, respetando el pesimista espíritu insuflado por el autor sueco pero tratando de acercarla a una realidad más próxima y tan reconocida como la de los días previos al 23F. Para conseguirlo ha reunido en la Sala Muntaner a un elenco de lujo formado por Lluís SolerMercè Arànega y Carles Martínez, que han dado brillante respuesta a las exigencias de la  espeluznante trama.

Es un texto con toda la carga misógina de quien, feminista en su juventud, se había sentido después perseguido por este movimiento. En su vida personal había coleccionado estrepitosos fracasos en sus tres relaciones matrimoniales y estas experiencias toman cuerpo en un relato que sacude al espectador impactado por la espiral de autodestrucción de los personajes. Su tesis de que el matrimonio es un infierno queda expuesta en una trama en la que saltan chispas a lo largo de un electrizante 'crescendo'.

PAVOROSA EXISTENCIA EN COMÚN

En la casa de una isla solitaria, en este caso mediterránea aunque sin abandonar su ambiente de prisión de la narración original, convive/malvive un matrimonio que no se soporta. Van a cumplir 25 años de casados, pero no solo no tienen nada que decirse si no que se odian profundamente. Él (Soler) es un esquizofrénico militar fracasado y con ideas ultras a lo Tejero ya que está implicado en el golpe de estado. El detestable tipo vuelca su frustración en su esposa (Arànega), una antaño discreta actriz que abandonó su carrera para casarse con el militar. Ambos parecen muertos en vida metidos en una situación cada vez más asfixiante.

La aparición un tercer personaje en escena, el primo de la mujer (Martínez) es recibido con una luz de esperanza por la pareja. Los esposos ven en él al interlocutor en el que podrán volcar toda la bilis de su pavorosa existencia. Pero el aparentemente tímido personaje, que acaba descubriendo la influencia que el comandante tuvo en que lo apartaran de sus hijos tras su divorcio, se siente cada vez más absorbido por tan demoníaco ambiente y decide poner tierra por medio.

La danza mortal de este triángulo desarrollada en el tenebroso ámbito creado por la eficaz dirección de Casanovas no deja indiferente a nadie. Réplicas y contrarréplicas, desplegadas con bien administrada energía y calculados silencios, crean una atmósfera llena de grandeza teatral. Strindberg, en estado puro.

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