CRÓNICA

Gozando como niños con The Rubinoos

El cuarteto californiano actuó en Apolo ante un público infantil que correteó por la sala y hasta disfrutó de algunas canciones

Los Rubinoos, con varios miniespectadores, sobre el escenario del Apolo.

Los Rubinoos, con varios miniespectadores, sobre el escenario del Apolo. / periodico

NANDO CRUZ / BARCELONA

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El sábado por la tarde se produjo un hecho paranormal en Barcelona. Fue en la avenida del Paral·lel. Mientras unas familias entraban en el teatro con sus hijos, otras lo hacían en Apolo para ver un concierto de rockApolo . Lo paranormal era lo segundo, claro, porque, por alguna razón difícil de comprender, los homínidos no pueden entrar en una sala de conciertos, y sí a un teatro, hasta los 16 años.

Apolo es, con mucha diferencia, la sala con más encanto de la ciudad y ver corretear a niños y niñas de cuatro, seis y ocho años le dio al local aún más atractivo. ¡Descubrimiento! Resulta que la sugerente penumbra que crean sus lámparas es ideal para jugar al escondite o a pillar. A eso se dedicaron muchos chavales mientras los barceloneses Suzzy & los Quattro nos arreaban duro con su punk-pop sin pausa y a un volumen brutal. Lo del sábado no era la versión infantil de un concierto de rock, sino un concierto de rock abierto a menores.  

Los Rubinoos también hicieron su faena habitual. Los RubinoosClaro que un grupo con canciones sobre bicicletas con asiento en forma de plátano y con títulos como ‘Quiero ser tu novio’ o ‘La revancha de los novatos’ tampoco anda lejos de las inquietudes infantiles. El pop, en el fondo, siempre tuvo corazón infantil y el de los californianos, con sus estribillos de nata, voces de caramelo y ritmillos vivarachos, puede sintonizar perfectamente con el latido de la chavalada. Si a ello sumas un bloque de doo wop, los parlamentos de Jon Rubin en castellano graciosísimo y un puesto de palomitas a un euro, el plan en Apolo era imbatible.

ESCENAS INSÓLITAS

Cinco escenas impensables el resto el año. 1) Un niño de tres años flipa con el desnivel de tres centímetros que hay a la entrada de Apolo y que los adultos habremos pisado mil veces. 2) Un padre emula un punteo de guitarra sobre la barriga de su hijo mientras su hija mayor trepa por su espalda. 3) Dos chavalotes de más de diez años se lo miran todo con cara de desprecio. Para ellos, el power pop debe ser algo tan viejuno como la música barroca. 4) Una madre juega a la carretilla con su hijo y se cuela más allá de guardarropía. 5) En una mesita hay un vaso de cerveza, un plátano maduro, un yogurt líquido de fresa y una fiambrera con algo parecido a unos 'nuggets' de pollo.

La capacidad de atención de los menores tiene una duración limitada, de modo que pocos aguantaron hasta el final del concierto. La diferencia respecto a un teatro es que en un concierto no han de quedarse sentados. Uno de los juegos más divertidos fue pasar bajo todas esas cintas que acordonan las zonas de acceso prohibido y que los adultos no osamos cruzar. Y mientras, los padres pudieron perder el control, cuando los Rubinoos cantaban ‘Sheena is a punk rocker’ de los Ramones, una vez ya habían perdido el control de sus hijos.

MINIESPECTADORES EN EL ESCENARIO

Aun así, los más interesados en el concierto tuvieron un premio final, ya que los Rubinoos invitaron a varios miniespectadores a subir al escenario. La vergüenza les atenazaba, pero varios niños y niñas se atrevieron. Al fin y al cabo, ese señor mayor de pelo blanco que llevaba una camiseta con el logo de Batman acababa de revolcarse por el suelo tocando la guitarra con la boca. Una vez terminó el concierto, un niño se quedó pensativo mirando el escenario.

Queridos padres, madres, niños y niñas, ¿qué aprendimos el sábado? Que un concierto no es solo eso que suena a 200 metros de tu asiento en la última grada del Palau Sant Jordi. Que la música no es solo eso que sale en los concursos de la tele y que un jurado decide si está bien o mal. La música en directo puede ser algo cercano, vivo y real. Y si te aburre, te puedes ir a jugar.