Krahe en comunión

El recital 'Cançons atees' rindió un jocoso y emotivo homenaje al desaparecido juglar madrileño en Luz de Gas

Concierto homenaje a Javier Krahe en Festival Barnasants

Concierto homenaje a Javier Krahe en Festival Barnasants / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Este sábado en Luz de Gas nos dimos cuenta de que, en efecto, Javier Krahe debe de haber muerto, puesto que ahí estaban sus músicos cantándole, haciendo evidente un vacío así de grande. Lo comentaba Pere Camps, el director de Barnasants, a la salida de ese concierto titulado ‘Cançons atees’, respondona propuesta que reunió a amigos y fans en una noche, la del Sábado Santo, en que el festival tenía competencia. “Hoy nos contraprograma la Iglesia”, ironizó el veterano activista.

La noche empezó con la proyección de aquel corto que Krahe filmó en 1977, el del crucifijo al horno. Camps anunció un “aquelarre ateo” y, aunque el recital ofreció otros matices, sí que dispuso acentos que ilustraban aquella conocida “postura más bien anticlerical”, como decía la letra de la primera pieza, ‘…Y todo es vanidad’. La cantó Javier López de Guereña, que habla y entona casi como Krahe, con su sardónica sequedad, y que confesó que, cuando comenzó a tocar con él, la canción ‘Los caminos del Señor’ le había despertado reticencias. “Yo entonces era un recién ‘desconverso’”, alegó.

La interpretó ya sin sentimiento de culpa, rimando Jesús con repelús, arropado por los dos músicos con los que durante tantos años sustentó la ligera arquitectura ‘kraheiana’. Andreas Prittwitz, dibujando sus graciosas florituras con la flauta o el clarinete, y asumiendo la voz cantante en ‘¿Dónde se habrá metido esta mujer?’, y Fernando Anguita, a cargo del contrabajo y atreviéndose con los textos de ‘Huevos de corral’ y la jota ‘Once años antes’.

LAS VENTAJAS DE LA HOGUERA

Salió luego Miquel Pujadó para recordar que le unía a Krahe “el gusto por el humor ácrata, la rima consonante y el amor por Brassens”, puntos todos ellos que se observaron en sus ‘Rudiments d’anatomia’. Luego, Joan Isaac, demostrando que el gusto por los “lúcidos irreverentes”, expresado en ‘M’agradaria tant’, es compatible con el sentimiento. Y Joan Colomo, recuperando ‘La hoguera’ y destacando con alegría las ventajas de la quema pública respecto a la lapidación o la silla eléctrica.

El trío regresó para arropar a Enric Hernàez, que puso emotividad a ‘En la costa suiza’; a Borja Penalba, todo autoridad y graves en ‘Un burdo rumor’ y ‘Metamorfosis’, y a un Dani Flaco que hizo suyas ‘Nos ocupamos del mar’ y ‘Ron de caña’. Cénit del aquelarre con todos en escena y Camps entonando ‘Villatripas’ rumbo a un jocoso ‘Marieta’ en que creímos ver al protagonista, “como un gilipollas”, saliendo triunfal de Luz de Gas en esa noche de culto pagano, de creencia en Krahe después de Krahe.

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