VISITA A BCN DE LA REINA DEL R&B

Beyoncé desafía al Estadi Olímpic

La cantante ofreció un imponente espectáculo en Montjuïc en el que se mostró como diva en transformación

abertran34915168 barcelona  spain   august 3  beyonce performs during the for160804000706

abertran34915168 barcelona spain august 3 beyonce performs during the for160804000706 / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Beyoncé en versión total, este miércoles en el Estadi Olímpic: deidad pop y agitadora de conciencias, voz acrobática y rastreadora de sonidos y ritmos un poco más allá del soul y el r&b pero sin perder de vista los límites del 'mainstream'. Y estrella de un apabullante espectáculo que buscó el más difícil todavía, proyectar a la vez poder y vulnerabilidad, una pirueta de altos vuelos que mantuvo atentas a las 46.000 personas que casi llenaron el recinto de Montjuïc (habilitado para acoger a 49.000).

Es la Beyoncé rearmada, lejos de la sombra de su padre, en el disco homónimo del 2013 y su reciente continuación, 'Lemonade', con sus ritmos electrónicos esquivos. Innovaciones sonoras convertidas en material del gusto popular, asociadas a unos textos en los que Beyoncé parece bajar unos escalones de su trono para mostrar debilidades emocionales y un ánimo airado en el terreno social y de reivindicación feminista.

En este espectáculo, que tuvo en el Estadi su única puesta en escena en España, última de las 17 paradas de su gira europea, Beyoncé solo tuvo un rival, un competidor, el gigantesco cubo, llamado Monolith, que comenzó a girar misteriosa y silenciosamente para dar paso a la primera canción, 'Formation'. Pero pronto supo cómo llevarlo a su terreno: sus caras, siempre en movimiento, proyectaron la imagen agigantada de la estrella después de que entrara en escena emergiendo de los suelos. "Welcome to the Formation world tour", saludó. Super-Beyoncé, o la asombrosa mujer de 30 metros de altura, secundada por un cuerpo de baile en el escenario alternativo, y evocando a Peggy Lee antes de abordar 'Sorry', que remató con unas estrofas desnudas en castellano.

RITMO FRENÉTICO

La diva, embutida en un 'body' con lentejuelas, melena cobriza al viento, cabalgando sobre el movedizo, atrevido, revoltijo de ritmos de 'Bow down' (acompañada de altas llamaradas: el calor se pudo sentir en las gradas como en un concierto de Rammstein) y de 'Run the world (Girls)'. Del vestuario negro al blanco en una sinuosa 'Mine', con estridente transición hacia 'Baby boy', súbito viaje a su primer disco (2003), con su melodía violentada por ritmos gruesos con diálogo hip-hop.

{"zeta-legacy-image-100":{"imageSrc":"https:\/\/estaticos.elperiodico.com\/resources\/jpg\/6\/2\/1470262296026.jpg","author":"13TH WITNESS \/ PARKWOOD ENTERTAINMENT","footer":"Beyonc\u00e9, en su actuaci\u00f3n en el Estadi Oli"}}

Canciones sucedidas sin pausas en secuencias frenéticas, con una Beyoncé capaz de bailar, posar, dedicarnos caídas de ojos y cantar perfectamente, todo a la vez, mientras bajo sus pies corría toda clase de tramas rítmicas abruptas capaz de desorientar a cualquiera. Quizá para respirar hondo dispuso luego un tramo más tranquilo, más clásico, con 'Me, myself and I', 'Running' y un 'All night' que anunció como su canción favorita de 'Lemonade' y que, dijo, defiende valores como "el perdón y la dulzura". Sí, esta es otra Beyoncé, o eso quiere dar a entender. ¿Sinceridad o márketing? Son tiempos propicios para que los artistas parezcan más sensibles, más cercanos, y el atrevimiento de Beyoncé consiste en tratar de producir ese efecto a través de un montaje audiovisual que derrocha potencia industrial y que la proyecta como diva perfecta, con tanto ego como corazón. Quizá de otro modo su perfil de estrella ya no podría funcionar en el 2016.

UN PASO AL FRENTE

Pero, envoltorio teórico al margen, su lenguaje sonoro ha sido revisado de arriba a abajo y en una dirección estimulante, que no paga peajes al r&b de siempre o al estribillo pop. En el Estadi hubo también caídas de tensión, pero fue posible ver en su propuesta un paso al frente en la renovación de la diva moderna. Montaje con sus rutinas de cambios de vestuario y de bloques, seis, con Beyoncé luciendo mantos, casacas y boas de plumas, su momento a cappella para demostrar que canta de verdad ('Love on top') y su homenaje a Prince (enlatado 'Purple rain').

Los éxitos más lejanos, al final: 'Crazy in love' y 'Naughty girl', con injerto de Donna Summer. El escenario alternativo, convertido en laguna, con una fina lámina de agua, en la que Beyoncé se reencontró con su versión antigua en 'Survivor', de Destiny’s Child. Ninfa pop apelando a la pureza para terminar envolviendo el Estadi con su esplendor.