CRÍTICA

'The end of the tour': La broma infinita

QUIM CASAS

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{"zeta-legacy-despiece-horizontal":{"title":"'The end of the tour'\u00a0\u2605\u2605\u2605\u2605\u00a0","text":"Direcci\u00f3n:\u00a0James PonsoldtCon:\u00a0Jason Segel, Jesse Eisenberg, Anne Chlumsky, Joan CusackT\u00edtulo original:\u00a0'The end of the tour'Pa\u00eds:\u00a0Estados UnidosDuraci\u00f3n:\u00a0106 minutosA\u00f1o:\u00a02015G\u00e9nero:\u00a0DramaEstreno:\u00a022 de enero del 2016"}}

Lo primero que pensé al saber de este proyecto es que Jason Segel, excelente actor y guionista de comedia, no me parecía el más adecuado para dar vida a David Foster Wallace. Visto el filme, reconozco mi error. No solo porque buena parte del interés de 'The End of the Tour' está en la dialéctica entre los dos personajes casi únicos, y eso exige un esforzado trabajo actoral, si no porque Segel está siempre mesurado en un papel que podía haber tendido hacia el histrionismo habitual cuando se encarna a un artista de vida excesiva o extraña.

Foster Wallace se dio a conocer en 1996 con la voluminosa novela 'La broma infinita, convirtiéndose en la gran figura de las letras estadounidenses. Doce años después, el escritor se suicidó. Después de la aparición del libro, David Lipsky, colaborador de la revista 'Rolling Stone', pasó cinco días con Foster Wallace para realizar un reportaje. El filme se basa en ese encuentro.

No fue una relación fácil. El novelista era introvertido, esquivo a la fama, inseguro. Lipsky quería escribir el gran reportaje de su vida y a veces cruzó la raya de lo que podía o no podía preguntar. 

El filme mantiene un tono pausado, pese a la tensión de algunos momentos, y tiene la virtud de mostrarnos tantas cosas interesantes del entrevistado como del entrevistador. Así que esto no es ni mucho menos un biopic, sino un encuentro puntual a partir de una broma infinita que cambió el panorama literario del momento.