CRÍTICA DE CINE

Crítica de 'Déjame salir': inquietante, divertida y (muy) política

El director Jordan Peele realiza una incisiva, cáustica e inquietante reflexión en torno al choque de razas en la América contemporánea

QUIM CASAS

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¿Recuerdan aquella película de tintes progresistas y muy popular en los 60 titulada 'Adivina quien viene esta noche' (1967), de Stanley Kramer, en la que una joven de familia blanca y acaudalada presentaba a novio afroamericano, encarnado por Sidney Poitier, a sus padres, Spencer Tracy y Katharine Hepburn, durante una cena en casa de estos?

Pues 'Déjame salir' se acoge a similar premisa, cambiando una cena por un fin de semana en la lujosa casa de campo de los padres blancos, para darle enseguida la vuelta y, penetrando en los márgenes del cine fantástico, realizar una incisiva, cáustica, cínica, demoledora y tan divertida -Jordan Peele, el director, es también un comediante televisivo- como perturbadora reflexión en torno al choque de razas en los Estados Unidos contemporáneos.

El novio de raza negra (Daniel Kaluuya, el actor que lo interpreta, se desmarca de aquel encanto impostado que Poitier tenía para las plateas de piel blanca) descubre un mundo más feliz que el descrito por Aldous Huxley: en la mansión de campo, geométricamente perfecta, estéticamente insulsa, los sirvientes negros no paran de sonreír, los padres blancos añoran a Obama y las mujeres maduras (y blancas) tienen jóvenes amantes afroamericanos de mirada líquida, ausente.

Pero nada es verdad, todo es apariencia. El protagonista se verá inmerso en una alucinada experiencia en la que los blancos asumen, por fin, que los negros son más fuertes que ellos en todos los sentidos. 'Déjame salir' es un inteligente filme político, aunque no lo parezca