CRÍTICA DE CINE

'Moonlight': bajo la luz de la luna

QUIM CASAS

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En esta especie de resurrección del cine afroamericano (ya hubo una oleada muy pletórica de directores estadounidenses de raza negra en los primeros 90 liderada por Spike Lee, Charles Burnett, John Singleton y Charles Lane) destaca especialmente un título como 'Moonlight'.

Las razones son varias. Para empezar, es una de las pocas películas sobre la situación de los afroamericanos en la que se elude por completo la imagen del  “otro”, es decir, el blanco, por lo que no hay conflicto racial y se puede ahondar en muchos otros problemas que afectan a la comunidad de raza negra. Son los mismos que puede encontrarse alguien de raza blanca: 'mobbing' en la escuela, familia desestructurada, drogas e identidad sexual.

El título alude a una apreciación que da uno de los personajes: bajo la luz de la luna, los chicos negros parecen azul. Azul o negro, blanco o gris. Los problemas son los mismos, mostrados con extrema y desnuda contención a través de tres capítulos que corresponden a otras tantas épocas en la vida del protagonista: la infancia, la juventud y la edad adulta.

La homosexualidad oculta tiene un gran peso en los afectos (y desafectos) que desarrolla el personaje. Así como las drogas. La madre de Chiron, el protagonista, es adicta al 'crack'. El niño entabla relación con un traficante que le toma cariño y acaba protegiéndole. La madre se encara con él y le dice: “Vas a criar a mi hijo si eres tú quien me vende el 'crack'”. Verdades como puños.

El filme está lleno de ellas. Encara cada conflicto sin ninguna estridencia, con un tono que bascula del realismo documental al drama íntimo. La tercera parte, con el reencuentro con el primer chico al que besó, es magnífica. 'Moonlight' muestra sin levantar la voz. Pura realidad.

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