Silvana Vogt: una mirada limpia

'La mecànica de l¿aigua' es una novela convincente escrita con una lengua convincente y eso que llamamos gracia

La escritora Silvana Vogt.

La escritora Silvana Vogt. / periodico

VICENÇ PAGÈS JORDÀ

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El peligro de escribir en catalán después de haber nacido y vivido la mayor parte de la vida en Argentina es el de tener que conformarse con el papel, meritorio pero limitado, de documentar con una lengua próxima una realidad lejana (la novela empieza con la instauración del corralito). Una salida más digna es la de permitir a los nativos acceder a la mirada del otro (en el tercer capítulo la protagonista llega a Catalunya y aquí se queda hasta el final del libro). Pero lo que ha conseguido con 'La mecànica de l’aigua' Silvana Vogt (Morteros, 1969) es aún más difícil: escribir una novela convincente en una lengua convincente y con este ingrediente indefinible que para resumir denominamos 'gracia'.

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'La mecànica de l’aigua' se inicia con capítulos que alternan el protagonismo de Vera, inmigrante con futuro, y el de Eliseu, editor con pasado. Ella llega a Barcelona y topa con la burocracia, mientras que él sufre los planes de los amos de la editorial. La inmigrante animosa y el triunfador triste acaban coincidiendo y “la solitud de tots dos es fa més petita”, aunque nos ahorran el trago de que se enamoren. Lo que tienen en común son unos cuantos muertos y la fiebre de la literatura.

Más que la historia de alguien que emigra, la novela explica la historia de alguien que lee. El detonante del viaje es más literario que económico, igual que son literarias las relaciones que Vera establece en Barcelona, las palabras que pronuncia y los trabajos que realiza. De hecho, el odio que siente por 'Rayuela' nos puede servir a la hora de buscar referencias, ya que Vera presenta lo que Cortázar nos escatimó: el punto de vista de una mujer más creativa que práctica, que vive en el extranjero igual que vivía en su casa, y que se siente atraída por hombres destinados a abandonarla; o sea, una Maga de nuestros días. Vera es tan abstracta -su perro se llama Kantiano- que contagia alguna característica al narrador, que olvida decirnos la edad de los personajes, quizá para que así nos sintamos tan desorientados como ella.

'La mecànica de l’aigua' tiene dos protagonistas, pero el femenino está construido de una manera más sólida. No resulta relevante el porcentaje autobiogràfico, como tampoco si estamos ante un 'roman-a-clé' o una autoficción. Lo que importa es que, entre el alud de novedades de la 'rentrée', este llibro nos ofrece una mirada limpia.