CRÍTICA DE CINE

'La historia del amor': ínfulas desbordadas

Con cada nueva película, el director Radu Mihaileanu se ha dedicado a aumentar sistemáticamente la ambición y la sensiblería de su cine

Nando Salvà

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Desde que dio a conocerse gracias a 'El tren de la vida' (1998), sobre un grupo de judíos que tratan de evitar la deportación durante la segunda guerra mundial, con cada nueva película Radu Mihaileanu se ha dedicado a aumentar sistemáticamente la ambición y la sensiblería de su cine, y en ese sentido esta última parece funcionar a modo de culmen. Para detectar sus ínfulas de obra universal y definitiva no hay más que fijarse en su título mismo.

La historia del amor se abre en un pueblo polaco donde un joven escritor, Léo, corteja a Alma, descrita como "la mujer más amada del mundo". Tras emigrar a Nueva York huyendo de los nazis, Alma se casa y tiene dos hijos; uno de ellos es de Léo. Mientras, él escribe un libro sobre el romance entre los estragos de la guerra. Décadas después, ya anciano, vive en Manhattan lleno de reproches sin saber que un traductor trabaja en el manuscrito recuperado de su libro. La hija adolescente del traductor se llama Alma. ¿Suena enrevesado? Lo es.

Mientras va dando saltos entre lugares y épocas, y balbucea sobre la traición y la lealtad y el funcionamiento de la memoria y los efectos de la supervivencia aderezadas de imágenes del exterminio nazi, Mihaileanu reduce situaciones y personajes a la condición de meras caricaturas con el fin último de incitarnos a soltar la lágrima. Sin embargo, tras pasar dos horas de metraje tratando de abrirse camino entre tanta complicación argumental y tanta artificiosa coincidencia, el espectador probablemente esté demasiado exhausto, o harto, como para tomarse la molestia.