CRÍTICA

'La juventud': Retórica de la soledad

QUIM CASAS

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{"zeta-legacy-despiece-horizontal":{"title":"'La juventud' \u2605\u2605","text":null}}Paolo Sorrentino sigue buscando su 'Ocho y medio' particular tras creer que ha logrado su 'Dolce vita' con la tan alabada como discutida 'La gran belleza'. En 'La juventud' no es un director de cine que pasa unos días en un balneario enfrentado a sus propios fantasmas y fantasías creativas, a los delirios de un artista en crisis, como ocurría en la cinta de Fellini

Aquí el escenario es parecido, otro balneario de lujo, pero son varios los personajes, todos también artistas, que buscan reposo, tranquilidad, respuestas a sus preguntas y estímulos a su pensamiento: un reputado compositor musical (Michael Caine), un cineasta que prepara la que debe ser su obra cumbre (Harvey Keitel) y un famoso actor (Paul Dano). También pululan por allí el émulo de Diego Armando Maradona y una Miss Belleza, pero son figuras tangenciales. Más empaque tiene la hija del compositor (Rachel Weisz), pero el personaje se pierde en disquisiciones estériles.

Las ansias retóricas y ampulosas de Sorrentino están más presentes que nunca. Como en 'La gran belleza' o la anterior y lamentable 'Un lugar donde quedarse', hay en 'La juventud' muchos temas a tratar. Más que nunca: creatividad, vejez, frustración amorosa, locura, fama, crisis creativa, miedo a la soledad, decadencia física, el peso del pasado...

Sorrentino tenía para varias películas, pero lo ha concretado todo en una. Excesiva, ambiciosa y banal pese a las miradas sabias de un Caine en excelencia interpretativa.