'Contratiempo': disección artificial y milimétrica

A pesar de que el último 'thriller' español está apostando por la utilización de paisajes crudos y sucios y por el hiperrealismo a la hora de captar atmósferas urbanas, el guionista y director Oriol Paulo parece nadar a contracorriente en este sentido. Lo suyo son las películas de ambientes suntuosos habitadas por personajes de un estatus social alto que miran por encima del hombro al resto de los mortales y parecen ejercer su voluntad sobre todos aquellos que los rodean haciendo gala de una escurridiza ambigüedad.

A Oriol Paulo también le gusta jugar con los entresijos del thriller, con los engranajes narrativos enrevesados, con los giros de guion imposibles, con el punto de vista para variar la perspectiva del espectador. Sus películas son ejercicios de disección, tan precisos como herméticos y fríos. Ocurría en 'El cuerpo' y ahora también en 'Contratiempo'. Se trata de películas constreñidas por el propio guion, por el artefacto sobre las que se encuentran construidas. Quizás por eso resultan tan artificiales como milimétricas y detallistas a la hora de construir universos de maquiavélica minuciosidad en el trazo narrativo y formal.

En 'Contratiempo' vuelve a demostrar que es capaz de manejar a su antojo los elementos con los que cuenta para configurar una película de misterio eficaz y llena de capas yuxtapuestas para hablar de la culpa y la venganza, la manipulación y el poder. Lástima que, por el camino, en ese afán por retorcer la trama, se generen incongruencias y las claves del enigma se encuentren más encaminadas a despistar con elementos postizos, que realmente a construir un relato verosímil.

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