CRÍTICA

'¡Ave, César!': Divertimento muy cinéfilo

QUIM CASAS

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{"zeta-legacy-despiece-horizontal":{"title":"'\u00a1Ave, C\u00e9sar!'\u00a0\u2605\u2605\u2605","text":"Direcci\u00f3n:\u00a0Joel y Ethan CoenCon:\u00a0Josh Brolin, George Clooney, Scarlett Johansson, Ralph Firnnes, Tilda SwintonT\u00edtulo original:\u00a0'Hail, Caesar!'Pa\u00eds:\u00a0Estados UnidosDuraci\u00f3n:\u00a0106 minutosA\u00f1o:\u00a02016G\u00e9nero:\u00a0ComediaEstreno:\u00a019 de febrero\u00a0del 2016"}}

Como relato bien hilvanado, no como una sucesión de secuencias brillantes que se agolpan alrededor de una leve trama argumental, el último filme de los hermanos Joel y Ethan Coen es insuficiente. Como retrato del viejo Hollywood, aquí el de los años 50, la película está por debajo de la laberíntica 'Barton Fink' que realizaron en 1991. Como comedia blanca, sin demasiadas aristas y muy poca mala uva, cumple a la perfección.

Los Coen pueden ir de un lado a otro; ahora son virulentos, ahora son acomodados; ahora incisivos, ahora blandos. Con ¡Ave, César! parece que no pretenden otra cosa que rendir homenaje al Hollywood clásico con varios pero nada mordaces toques irónicos. El secuestro del actor que encarna George Clooney en plena filmación de una superproducción sobre Jesucristo es el detonante, o mejor dicho, la excusa, para una sucesión de agradables y concisas recreaciones de los rodajes de wésterns con 'cowboys' cantantes, dramas sofisticados y musicales en los que se mezclan las piscinas de Esther Williams con las coreografías caleidoscópicas de Busby Berkeley. El resultado está más cerca del divertimento cinéfilo, de la obra menor, del retrato sin acritud de otra forma de hacer cine.