Análisis

El cristal seguro de la doctrina

JOSEP MARIA FONALLERAS

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En una entrevista de Baltasar Porcel, en 1970, Antoni Maria Badia i Margarit reconocía el origen de su actividad académica con estas palabras: «Nosotros recibimos una formación de lingüística histórica, exclusivamente, cuando en todas partes del mundo ya había una apertura y una eficacia hacia escuelas que no son precisamente de lingüística histórica». Heredero de Menéndez Pidal y de Dámaso Alonso, disponía de la base que uno de sus discípulos más reconocidos, Germà Colón, calificó como «el cristal seguro de la doctrina diacrónica», es decir, la sólida formación canónica que, por un lado, era una manera de trabajar segura y, por otra, representaba un alejamiento de las corrientes que ya empezaban a imponerse en el mundo occidental, como el estructuralismo y, en general, los estudios teóricos sobre lingüística.

Badia i Margarit, que ejerció una extensa influencia no solo desde su cátedra de Gramática Histórica Española (1948) o desde la recuperada cátedra de Gramática Histórica Catalana (1977) sino desde otras aulas europeas y americanas, era consciente de la necesidad de incorporar a su corpus intelectual nuevas perspectivas de análisis, aunque, como también escribía Germà Colón, «su método de trabajo positivista le acompañó a lo largo de los años, en medio de modas y cambios de rumbo de la disciplina lingüística».

Es uno de los rasgos que más distinguen su figura, largamente reconocida, con todos los honores posibles, y singularmente destacable en cuanto a su vertiente pública, en el periodo convulso de la Transición como rector de la Universitat de Barcelona. En este sentido, el propio Badia decía: «On revient toujours aux premiers amours». Es decir, y para ser más concretos, tenemos que hacer catalán y no solo (o no tanta) lingüística general. No es de extrañar, pues, que su incursión en la gramática sincrónica despertara, en los años 60 del siglo pasado, las iras de un poeta, matemático y traductor que, desde entonces, se dedicó también a la lingüística y introdujo en Catalunya el pensamiento lingüístico contemporáneo. Se trataba de Gabriel Ferrater, «apóstata de la gramática de Badia», como dijo Jordi Llovet, que no tuvo, ciertamente, una relación demasiado cordial con el catedrático.

Badia i Margarit, en 2003, pronunció en Valencia una lección que se titulaba Elogio del error y que terminaba con un «bendecidos sean los errores que, al ser discutidos y contrarestados, hacen progresar la investigación».

Esto también se lo debemos agradecer.