Homenaje a Ana María Matute en el primer día de la feria del libro

Cosas de Ana Mari

Los académicos Carme Riera, Pere Gimferrer y José Manuel Blecua y la editora Silvia Sesé recordaron ayer a la escritora

Pere Gimferrer y Carme Riera, ayer en Liber.

Pere Gimferrer y Carme Riera, ayer en Liber.

ERNEST ALÓS
BARCELONA

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La editora de Ana María Matute Silvia Sesé explicó ayer que cuando se estaba con la escritora pasaban cosas. Como que en una tarde de otoño sin taxis en el centro de Barcelona decidiese subirse a uno de los dos únicos carros de caballos para turistas de la ciudad para remontar el paseo de Gracia con su cabello blanco al viento, riendo y saludando con la mano a derecha e izquierda. Así que los participantes en el homenaje a la fallecida escritora con el que se abrió Liber (además de la editora, José Manuel Blecua, Pere Gimferrer y Carme Riera, los tres miembros de la RAE residentes en Barcelona tras la muerte de Martí de Riquer y la propia Ana María Matute) decidieron recordar cosas que pasaban cuando se estaba con Matute.

Carme Riera rememoró la primera vez que, siendo una tímida y joven escritora con un solo libro publicado, se presentó a esa «niña mala estupenda» que era Matute. «Le dije que había escrito un libro de relatos. '¿Cuentos? ¿Para los niños?', me dijo. Y los ojos se le iluminaron. Le tuve que aclarar  que no. Pero me respondió: 'Bueno, pues ya los escribirás». También podía pasar que, en un lectura de poemas en memoria de José Agustín Goytisolo, tras demasiadas escalas técnicas en el camino «por la sed», se limitase a decir «no sé leer», con lo que se ganó un cerrado aplauso del auditorio.

Pere Gimferrer, tan enigmático y profundo como dijo que era Matute, dijo haber hablado con la fallecida escritora «no mucho de literatura sino del mundo suyo y otras cosas» y prefirió regresar a aquel día en que, en un homenaje a Jaime Gil de Biedma, lo que le pasó a Matute fue que no dijo nada más que «lo había querido mucho». Y es que, dijo Gimferrer, «no hablaba con las palabras sino con los silencios, la actitud y la emoción».

José Manuel Blecua recordó que a «Ana Mari» se la veía poco por la RAE, tras haber sufrido «algún problema». Ejerció poco de académica, esa, en palabras de Carme Riera «bellísima persona, divertida, amable, que no se tomaba a sí misma muy en serio y que el ego del escritor o lo tenía muy pequeño, o lo tenía muy dominado».