RECONOCIMIENTO A UNA ARTISTA PARTICULAR

La conciencia del cuerpo

La Fundació Tàpies dedica una amplia muestra a la pintora austriaca Maria Lassnig

'Triple Autoretrato / New self', obra de 1972 de la pintora austriaca Maria Lessnig.

'Triple Autoretrato / New self', obra de 1972 de la pintora austriaca Maria Lessnig.

NATÀLIA FARRÉ
BARCELONA

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Maria Lassnig (Austria, 1919-2014) es una artista reconocida. Ahí están el León de Oro que obtuvo por su trayectoria en la última Bienal de Venecia y la retrospectiva que le dedicó el Moma de Nueva York el año pasado. Pero es también una creadora desconocida, una injusticia que la Fundació Tàpies pretende corregir dedicándole la primera exposición monográfica en el país. Cuarenta y cinco lienzos, algunos inéditos, que provienen del estudio de la autora y que ilustran el método de pintar que desarrolló Lassnig: el 'body-awareness' (conciencia corporal).

«Pensaba que había dos visiones: la que se produce a través de los ojos, que es la visión realista; y la que se produce por la introspección, que es la visión a través de la conciencia del cuerpo», explica Hans Werner Poschauko, amigo y discípulo de Lassnig, además de comisario de la muestra. Y a esta última visión se dedicó la artista austríaca desde la década de los 70, momento en que llegó a Nueva York después de pasar por el París surrealista. Aunque «el surrealismo no fue una posibilidad estética para ella, sino el detonante para salir del orden de la academia», aclara Poschauko. Un academicismo que le acompañó durante todos sus años de formación en la Viena nazi en la que el arte moderno se consideraba arte degenerado.

La conciencia del cuerpo llegaba a Lassnig por medio de la presión: «Dibujo o pinto un cuadro en una postura física determinada, por ejemplo sentada, apoyada en un brazo, siento el omóplato y solo la parte superior del brazo […], siento los puntos de presión de las nalgas en el sofá…», explicaba en 1970, y a estas presiones y sensaciones les otorgaba un color determinado: amarillo para la presión máxima, rojo para el dolor... Y lo que no sentía, como el cabello, no lo plasmaba en la tela.

La mayoría de piezas expuestas son autorretratos y la mayoría tienen un trazo muy rápido, pues «debía darse prisa para que no desapareciera la sensación», aclara Poschauko. Pero la velocidad no era un problema dado su «virtuosismo», apunta Laurence Rassel, directora de la Fundació Tàpies, y que desde hace muchos años perseguía presentar la obra de Lassnig en Barcelona.

Fin de ciclo en la Tàpies

Con esta exposición Rassel da por concluida su etapa al frente de la fundación y abandonará el puesto en julio, justo cuando se cumplirán siete años de su llegada. «Pienso que he cumplido un ciclo. Ahora la fundación, sin Antoni Tàpies ni su hijo Miquel, vive un cambio de etapa y creo que es importante que venga alguien nuevo», sostiene. La despedida será con la próxima muestra, la que reunirá obras de Tàpies para conmemorar el cuarto de siglo de vida del centro. Luego se abrirá un concurso para buscar nuevo director.