Nueva novela gráfica del Premio Nacional de Cómic 2008
Un cómic recupera a los cinco dibujantes rebeldes de Bruguera
Anna Abella
Periodista cultural
En esta casa desde 1990. Periodista cultural. Buceando en el mundo de los libros desde 2005.
ANNA ABELLA
BARCELONA
En la España gris de 1957, falta de libertades y sobrada de censura, cinco historietistas se rebelaron. Fueron los creadores de Carpanta, Zipi y Zape, el reporter Tribulete, Carioco, Gordito Relleno, El inspector Dan... Sus nombres: Guillermo Cifré, Carlos Conti, Josep Escobar, Eugenio Giner y José Peñarroya, las estrellas de la todopoderosa multifactoría Bruguera, a la que se mantenían ligados con contratos leoninos, como los del resto de editoriales del país, que les obligaban a renunciar a los originales de sus obras y a todo control sobre sus historias y personajes. «Fueron los primeros que lucharon por los derechos de autor. En un país en el que era mejor no moverse, ellos decidieron dejar la gran empresa para crear la suya propia [la revista Tío Vivo] y poder gestionar ellos mismos sus creaciones. Eso era un hecho sin precedentes en Europa y probablemente a nivel mundial. Eran héroes e innovadores», reivindica el dibujante Paco Roca (Valencia, 1969), quien les ha rendido un cariñoso y respetuoso «homenaje» en el cómic El invierno del dibujante (Astiberri).
ROTULADORES CARIOCA / Podría decirse que Roca es hoy Premio Nacional de Cómic 2008 -por Arrugas- gracias a la plantilla de Bruguera, a la que rescata de un injusto olvido. «De niño mi sueño era dibujar como ellos y quería saber cómo funcionaba la editorial por dentro. Yo, como varias generaciones, crecí con sus tebeos y personajes, que forman parte de la cultura popular, como aquello de pasas más hambre que Carpanta. Fueron mi primer contacto con el mundo del cómic, me hicieron amarlo y por eso me dedico a esto. Llegué a enviar mis copias de dibujos de Anacleto o Mortadelo, hechas con rotuladores Carioca, a la dirección de correo que venía detrás del Supermortadelo. Lógicamente jamás obtuve respuesta», recuerda sonriente el autor de Calles de arena.
En las páginas de El invierno del dibujante, ante unas tapas de croquetas y aceitunas en la barra del bar, un Ibáñez recién llegado a Bruguera escucha de boca de sus colegas «la última de Vázquez» con su legión de acreedores; Escobar apaga la radio harto del último parte del caudillo; y Rafael González, director de la redacción brugueriana, se enfada porque los escotes de una viñeta no pasarán la censura. Porque «la España franquista es un personaje más», afirma Roca. El cómic recrea «el sentimiento de falta de ilusión en un país gris», que se agravaba «si eras republicano y lo único que podías hacer era olvidar el pasado y tirar adelante como fuera. Y Bruguera era un nido de republicanos en medio de la dictadura».
La empresa era de los hermanos Bruguera: «Uno estuvo en la cárcel por republicano y de allí lo sacó el otro, que era nacional. Pero la editorial daba cobijo a un montón de gente de izquierdas, como Víctor Mora [guionista de El capitán Trueno], a quien Bruguera siguió pagando el sueldo mientras estuvo en prisión por comunista».
Para ser lo más fiel posible a la realidad, además de entrevistarse con algunos de los dibujantes que aún viven, como Víctor Mora y Jordi Bayona, o la guionista Armonía Rodríguez, Roca se ha empapado de No-Dos, películas de la época como las de Rafael Azcona -«que llama en una Gordito Relleno a una persona obesa»-, y libros como los del especialista en cómic Antoni Guiral, autor de la nota final de El invierno del dibujante y que este otoño ha publicado en Ediciones B 100 años de Bruguera, con motivo del centenario, y by Vázquez, sobre el padre de las hermanas Gilda y La familia Cebolleta.
El Vázquez que pide anticipos para enterrar por tercera vez a su padre se mezcla con el Vázquez supuesto espía de Tío Vivo para Bruguera. «No dejaba indiferente a nadie -apunta Roca-, igual que González, periodista del bando perdedor que sacrificó su creatividad como guionista para mantener a la familia siendo el perro guardián de la empresa».
La aventura de Cifré, Conti, Escobar, Giner y Peñarroya duró solo un año. «Eran buenos dibujantes, pero gestionar una empresa era otra cosa. Y Bruguera, que controlaba distribuidoras y quioscos, tenía muchas armas para hundir Tío Vivo», aclara. La mayoría volvió al redil de Bruguera. Como dice Vázquez en el cómic, «al idealista David le da de leches el poderoso Goliat».
EXPOSICIONES / A Roca le bullen ideas para nuevos cómics -una sobre la segunda guerra mundial y otra sobre los cubanos llegados en los 80 a la URSS- y hace doblete en Barcelona: en la Fnac Triangle hay una muestra con material complementario de El invierno del dibujante, y en la Biblioteca de la Sagrada Familia otra sobre Arrugas, cuya versión animada estará lista en verano.
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